Una situación como la que estamos viviendo con muchos millones de personas confinados “all over the world” no se había vivido en ningún momento de la historia de este planeta. Afortunadamente, en esta época de interconectividad que vivimos podemos sobrellevar esta experiencia de la mejor manera posible. Solo tenemos que levantarnos, sentarnos frente a la pantalla de nuestro portátil -o móvil- y voilá, el mundo es nuestro.
Enseguida sabemos lo que pasa en cualquier parte del mundo y podemos escuchar en directo sus medios de comunicación. Nos podemos dar cuenta en muy pocos segundos que el mundo entero habla de lo mismo: COVID-19. Esta situación me tiene muy perplejo.
Todos somos conscientes de lo que está pasando y al margen de las fakes, que ululan por toda la red como auténtico virus del pavor y del miedo, con un mínimo de atención somo capaces de darnos cuenta de la dimensión del problema real que está sucediendo.
No hace falta que busquemos más. Nos podemos quedar en casa y seguir con lo nuestro, bajar a comprar el pan, sacar al perro a ver la luz, organizar nuestras desordenadas vidas desde la introspección, cuidar de algún mayor si vive con nosotros, salir al balcón a aplaudir un ratito a las 20:00h, cantar con los vecinos Resistiré del Sr. Arcusa, quejarse de no tener mascarilla, vigilar el stock de papel higiénico, poner un rato de tele para ver a una colección de famosillos de tres al cuarto tirados por la playas de Honduras y a dormir.
Pero os imagináis como hubiese sido nuestras vidas frente a una situación como esta solo unos pocos años atrás.
Sin Amazon para poder pedir la primera gilipollez que se nos ocurra y nos llegue a casa, casi misteriosamente, al día siguiente, por un precio de risa.
Sin poder vernos las caras con video conferencia cada dos por tres.
Sin Itunes, Spotify, Tidal para escuchar música.
Sin Filmin, NetFlix, HBO para ver series frikis todo el santo día.
Sin poder manejar nuestro dinero de manera instantánea en la banca electrónica, sin Paypal, sin criptomonedas.
Sin poder pedir un crédito instantáneo si lo necesitas
Sin poder teletrabajar y no poder ganar dinero on-line.
En definitiva, este estado de alarma con el confinamiento que estamos viviendo solo es viable gracias a que la tecnología nos lo permite. ¿Os imagináis esta situación en los años 80 o 90? No podríamos resistirlo tan fácilmente y habría sido mucho más difícil. Casi todos tendríamos que salir a trabajar necesariamente para poder ganar algo de dinero, solo tendríamos la información de la radio y la tele. En fin, en aquella época, la mayoría de nosotros acabaría saliendo a la calle porque no nos quedaría otra para sobrevivir o porque el miedo a la desinformación nos causaría una enorme inseguridad. Al final posiblemente acabaríamos decidiendo que es mejor el contagio que el pánico de un encierro sin suficiente información y sin poder contactar con nuestros seres queridos tan fácilmente como ahora.
La tecnología y esta nueva era de lo global-local está salvando muchas vidas.
Y si retrocedemos un poco más en el tiempo nos encontraríamos con una policía y ejércitos opresores, sin libertad de expresión, con una información pública que además de manipulada -ahora también- era única.
Solo unos pocos años más atrás ya no podríamos hablar de sanidad universal, ni de estado del bienestar, ni de mercados comunes, ni de nada de nada.
Mientras todos estos cambios han ido sucediendo y mejorando nuestras vidas en los últimos 75-100 años otras muchas cosas siguen siendo iguales o incluso peores. Si claramente podemos observar que hay un avance positivo y universal que mejora la vida de todos los ciudadanos del planeta hay otras que perpetúan la barbarie.
La barbarie de la guerra entre religiones y el terrorismo auspiciado por los “grandes defensores de su propia moral y costumbres” cuyos funestos líderes podemos encontrar en las tres grandes plagas del teocentrismo radical: judaismo, cristianismo e islamismo. ¡ Abraham, la que liaste! No podemos decir que el budismo o el hinduismo nos hayan traído problemas similares.
La barbarie del capitalismo salvaje y la desigualdad. Hubo un tiempo en que los bancos eran necesarios porque el dinero físico lo tenías que tener en casa. En ese tiempo era necesario llevarlo a algún sitio para no correr riesgos. Hoy en día el dinero es virtual. Ellos han sido los primeros en sacar partido de ello. Hace 10 años, cuando la crisis del ladrillo, había mucho más capital ficticio circulando del estrictamente real. Desde luego, no fuimos los ciudadanos de a pie, los culpables de esa sinrazón. El capital, auspiciado por un banco, puesto por los accionistas para poder desarrollar un negocio del que se espera un beneficio no es un modelo único. En una nueva economía de la era internet el escenario puede ser muy distinto. Hasta ahora las grandes empresas líderes en la nueva era han acabado cayendo en las garras de “los cantos de sirena” del capitalismo más radical. Desde IBM hasta la era Amazon pasando por Microsoft, Apple o FB. Siempre es un visionario con pocos recursos y grandes ideas el que lanza un gran negocio y, es después, cuando el poder del capitalismo hace acto de presencia. Habrá un momento en que esto no será necesario y el capitalismo radical, conocido como hasta ahora, lo veremos desaparecer.
La barbarie de la falta de empleo. El esquema tradicional del trabajo cambia en la nueva era. En la mayoría de los casos no es necesario estar presencialmente una jornada laboral completa en el centro de trabajo. Es un sinsentido. También aparecen muchos trabajos independientes para profesionales libres que tienen que ser contemplados como tales desde la legalidad para darles una cobertura, abandonado la idea actual de cuota de autónomo, que para muchos es impagable y expulsa a demasiada gente a la economía sumergida. Cada vez tendremos más necesidad de trabajo social presencial: sanidad, ayuda a domicilio, cuidado de personas vulnerables que tendremos que tener asegurado y cubierto. También, si queremos mantener una calidad de vida mejor para todos, tendremos que replantearnos el trabajo, vital para nuestro bienestar, de servicios tales como la hostelería o paquetería. Es una sinrazón que camareros y mensajeros tengan un índice de explotación como el que tienen. Pienso que no hay más remedio que dotar a estos trabajos de condiciones especiales para poder mantener unos precios que permitan una accesibilidad casi universal con unas condiciones de trabajo dignas.
La barbarie de pasotismo climático. Es un hecho que estamos en un cambio climático cuyas consecuencias pueden llegar a ser muy alarmantes. Creo, aunque se ha tardado mucho, que hoy todos somos conscientes de ello.
La barbarie del espectáculo de mal ajeno. Es difícil de entender nuestra pasiva contemplación del mal ajeno sin que se nos remueva el alma. Siempre pensamos que la cosa no va con nosotros. Posiblemente el mejor ejemplo posible sea el propio COVID-19. Pero aquí podemos englobar otros problemas como el de la violencia machista: Si la mayoría nos concienciáramos de que es un problema de todos y que debemos abordarlos desde la educación y cultura desde la infancia, es seguro que mejoraría.
La barbarie de los prejuicios y las ideas preconcebidas. El problema del racismo y la intolerancia están motivados, en muchas ocasiones, por prejuicios e ideas preconcebidas sobre nuestra cultura en contraposición con la cultura del otro El machismo también, ya que viene impuesto por la idea de identidad masculina y femenina que nuestra cultura ha esculpido en nosotros, tanto hombres como mujeres.
Mi conclusión: Un casi-bicho, tan pequeño y casi con vida, como el COVID-19 nos ha obligado a quedarnos en casa a muchos de los habitantes de esta gran pelota, que sobrevive azarosa y muchas veces alegre, durante unos cuantos días.
Creo que hemos conseguido mejorar en muchas cosas y que la vida en este planeta es un poco mejor que lo era hace 100 años, que tenemos muchas cosas que mejorar, y que después de este encierro podemos salir favorecidos con un futuro esperanzador si decimos NO a todo aquello que no es mejorar como personas y como especie.
Digamos NO al terrorismo, a los extremismos religiosos, al capitalismo radical insostenible, a la desigualdad, a la falta de empleo, al cambio climático, a dejar de ser espectadores del mal ajeno, a los prejuicios y las ideas preconcebidas.
¡Tenemos una gran oportunidad! ¡No debemos desperdiciarla!
Cuando acabe esto nos tocará asumir nuestro Desafío Total: Quítate el casco porque podrás respirar.
¡Sed felices!