En el mes de noviembre en nuestre Cine Debate “Un conejo con ojo” combinamos humor con terror para traeros un ciclo de cuatro películas “Terroríficamente divertidas”. Comenzaremos el martes cuatro con An American Werewolf in London (Un hombre lobo americano en Londres) el clásico de 1981 del director John Landis. AL segunda entrega para el 11 de noviembre será What We Do in the Shadows (Lo que hacemos en las sombras) del año 2014 y dirigida por Taika Waititi & Jemaine Clement. El martes 21 tendrá su turno Evil Dead II(Terrorificamente muertos) de Sam Raimi del año 1987. Cerramos el ciclo con The Rocky Horror Picture Show el clásico de culto del año 1975 dirigido por Jim Sharman
¡Nos esperan unas divertidísimas y aterradoras veladas de cine y charla!
Te esperamos cada martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir maravillosa películas y debates. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
🐺 An American Werewolf in London (John Landis, 1981). Metamorfosis, culpa y humor negro.
¿Qué hace que este film mantenga su equilibrio entre el miedo y la comedia sin volverse parodia? ¿La transformación del protagonista es castigo, liberación o simple destino biológico? ¿El humor atenúa el horror o lo hace más humano?
Evil Dead II (Sam Raimi, 1987). Exceso, cuerpo, delirio
¿Por qué el humor físico resulta tan efectivo en medio del gore? ¿Dónde termina el terror y empieza la autoparodia? ¿Es Ash un héroe o un payaso trágico del caos?
🧛 What We Do in the Shadows (Taika Waititi & Jemaine Clement, 2014). La inmortalidad doméstica.
¿Qué revela esta comedia sobre nuestra necesidad de normalizar incluso lo monstruoso? ¿Se burla de los vampiros o los humaniza? ¿Qué queda del mito cuando lo convertimos en rutina?
👠 The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975). Transgresión, · identidad, ritual
¿Por qué esta película sigue siendo un acto de liberación medio siglo después? ¿Es una parodia del terror o un himno al exceso como forma de libertad? ¿Qué lugar ocupa el público: espectador, creyente o cómplice?
An American Werewolf in London (John Landis, 1981). Metamorfosis, culpa y humor negro
Acerca de
Abrimos el ciclo de noviembre “Terroríficamente Divertidas” con An American Werewolf in London (Un hombre lobo americano en Londres) , el clásico de John Landis que combinó el mito del hombre lobo con una mezcla de comedia negra, romance trágico y terror visceral. Estrenada en 1981, fue una rareza en su tiempo: una película capaz de hacer reír, pero también de helarte la sangre.
Landis, conocido por su sentido del ritmo cómico, encontró aquí el equilibrio imposible entre el horror puro y la ironía británica. Dos jóvenes americanos recorren a pie los páramos de Yorkshire y, tras un ataque de una criatura salvaje, uno de ellos muere y el otro sobrevive… para descubrir que lleva dentro la maldición del licántropo. Lo que sigue no es solo una historia de terror, sino una comedia macabra sobre la culpa, la transformación y el instinto reprimido.
En An American Werewolf in London, el humor surge del desconcierto que produce ver cómo lo cotidiano se corrompe por lo sobrenatural. Lo que parece una broma cruel del destino se convierte en una parábola sobre la pérdida del control y la imposibilidad de huir de lo que somos.
Sinopsis
David y Jack son dos amigos estadounidenses que viajan por Inglaterra haciendo autostop. En mitad de la noche llegan a un pueblo donde son recibidos con frialdad en un pub cuyo nombre The Slaughtered Lamb. Pese a las advertencias, se internan en la niebla y son atacados por una criatura monstruosa. Jack muere, David sobrevive con heridas que pronto revelan su verdadera naturaleza. Mientras su amigo reaparece desde el más allá para advertirle, David intenta aferrarse a una vida normal en Londres… hasta que la luna llena reclama su precio.
El debate. Los temas de An American Werewolf in London
La película entrelaza humor, horror y tragedia. Algunos de los temas que de los que hablaremos son:
La metamorfosis y el cuerpo como enemigo
La transformación física es un momento de máxima angustia. El humor se congela y el cuerpo se convierte en una cárcel.
La culpa y la herencia de la violencia
Nuestro protagonista, David, no elige su destino, pero debe cargar con el peso de cada muerte.
El humor como defensa frente al horror
Las bromas de Jack o la ironía de las situaciones no alivian, sino que subrayan el absurdo de lo inevitable.
El choque cultural
Un americano perdido en la tradición inglesa del horror gótico: el extranjero como monstruo literal.
El deseo reprimido
La relación entre David y la enfermera Alex es tan tierna como trágica; el deseo humano convive con el animal interior.
La soledad del condenado
La licantropía más que castigo divino se convierte en un aislamiento existencial.
Las preguntas para el debate
¿Qué simboliza la transformación del protagonista: el despertar de la violencia, la pérdida de identidad o la naturaleza humana desatada? ¿El humor ayuda a sobrellevar el horror o lo vuelve más inquietante? ¿Hasta qué punto el film ridiculiza o dignifica el mito del hombre lobo? ¿Qué relación hay entre el deseo, la culpa y la transformación? ¿Por qué la película nos hace empatizar con el monstruo y no con los humanos? ¿Podemos leer la historia como una metáfora del trauma o de la adolescencia —ese momento en que el cuerpo cambia y asusta? ¿Qué aporta el tono británico al humor negro del relato? ¿Por qué el final, tan brutal, resulta inevitablemente melancólico?
John Landis escribió el guion de An American Werewolf in London en 1969, cuando tenía apenas dieciocho años y trabajaba como asistente en Yugoslavia durante el rodaje de Kelly’s Heroes. Inspirado por un entierro gitano que presenció —en el que los aldeanos cubrieron el cuerpo con ajo y sellaron la tumba con cadenas “para que no saliera”—, Landis concibió una historia donde el terror y la risa podían convivir sin traicionarse. Pasarían más de diez años antes de que los estudios se atrevieran a financiarla: nadie entendía cómo una película podía ser demasiado divertida para ser de terror, y demasiado sangrienta para ser comedia.
Finalmente, en 1981, con el éxito de Animal House y The Blues Brothers, Landis consiguió la luz verde para su proyecto. Rodó entre Gales y Londres con un presupuesto de unos 10 millones de dólares. Los efectos especiales quedaron a cargo de Rick Baker, cuyo trabajo en la transformación de David (David Naughton) a lobo cambió para siempre la historia del maquillaje cinematográfico: fue tan innovador que la Academia creó un nuevo premio, el Oscar al Mejor Maquillaje, solo para reconocer su logro.
Recepción de la crítica
En su estreno, An American Werewolf in London dividió a la crítica. Algunos la consideraron una blasfemia tonal; otros, una genialidad. The New York Times la describió como “una sátira brillante escondida en una pesadilla”, mientras The Guardian la tachó de “groseramente desequilibrada”. Sin embargo, Roger Ebert la defendió como una obra de terror moderna con un sentido del humor cruelmente humano. El público, en cambio, la entendió de inmediato: se rieron, se asustaron, y salieron del cine tarareando Blue Moon.
Éxito comercial
Estrenada el 21 de agosto de 1981, la película fue un éxito rotundo en taquilla. Recaudó más de 60 millones de dólares en todo el mundo —seis veces su presupuesto— y se mantuvo semanas entre las más vistas tanto en EE. UU. como en Reino Unido. Su mezcla de horror gráfico, ironía pop y banda sonora compuesta solo por canciones que mencionan la luna (de Sam Cooke a Creedence Clearwater Revival) se volvió irresistible para el público joven.
Cómo se convierte en película de culto
Con el tiempo, la película encontró su lugar más allá del éxito comercial. En los noventa y dos mil, las proyecciones en cines de medianoche, las ediciones especiales en VHS y luego en Blu-Ray consolidaron su estatus de culto. El humor negro, los efectos prácticos de Baker y el retrato melancólico del monstruo resonaron con una generación que buscaba ironía sin perder emoción. An American Werewolf in London no solo modernizó al hombre lobo; lo volvió trágico, cómico y profundamente humano. Esa mezcla —tan improbable— es lo que mantiene viva su mitología.
Qué significa para el cine actual
Hoy se considera una de las película que marcó el paso del horror clásico al horror moderno. La película demostró que el género de terror podía combinarse con la comedia sin caer en la parodia. Su tono —a medio camino entre la tragedia y la carcajada— anticipa la sensibilidad del cine contemporáneo. Además, An American Werewolf in London fue pionera en tratar la transformación física con realismo doloroso, abriendo el camino al body horror psicológico y emocional.
Influencia en otras películas y directores
Edgar Wright (director de Shaun of the Dead) ha citado la película como su modelo perfecto de comedia de terror equilibrada.
John Landis influenció a Sam Raimi, cuyo Evil Dead II repite esa combinación de slapstick y horror visual.
Neill Blomkamp, Guillermo del Toro y Jordan Peele han reconocido su deuda con la forma en que Landis usa el humor para revelar el miedo social y la violencia reprimida.
La transformación de David inspiró directamente los efectos de The Thing (1982) de John Carpenter y The Fly (1986) de David Cronenberg.
En la cultura popular, desde Thriller (el videoclip de Michael Jackson, también dirigido por Landis) hasta Teen Wolf, su sombra se extiende sobre toda representación del monstruo como víctima.
En resumen
An American Werewolf in London, aparte de ser unapelícula de terror con toques de humor es una reflexión disfrazada de broma sobre la culpa, el deseo y el miedo a uno mismo. Un film que enseñó que reírse del monstruo más real pero no menos aterrador.
La banda sonora de An American Werewolf in London
Toda la banda sonora de An American Werewolf in London está compuesta por canciones que mencionan la luna. Mientras David se desintegra entre culpa, deseo y pelaje, suena un jukebox cósmico sobre romanticismo lunar y transformaciones inevitables.
“Blue Moon” – Bobby Vinton (1961) Suena en los créditos iniciales. Melosa, casi empalagosa, establece el tono de humor negro: el romanticismo de una balada sobre amor perdido frente a un ataque salvaje en los páramos.
“Bad Moon Rising” – Creedence Clearwater Revival (1969) Acompaña una de las escenas más inquietantes: David, ajeno a lo que le espera, se prepara para transformarse. El estribillo (“I see a bad moon rising”) funciona como profecía y burla a la vez.
“Moondance” – Van Morrison (1970) Suena durante la escena amorosa entre David y Alex. La luna aquí deja de ser presagio para volverse erotismo: un baile antes de la condena.
“Blue Moon” – Sam Cooke (1960) Reaparece en versión soul, envolviendo la soledad del protagonista con una calidez engañosa.
“Blue Moon” – The Marcels (1961) Cierra la película. La versión más festiva y absurda del tema suena justo después del desenlace más trágico, en un contraste brutal: la risa del destino sobre los créditos.
El uso de estas canciones no es casualidad. Landis sustituye la partitura orquestal típica de las películas de terror de entonces por música popular que ironiza sobre la tragedia. Es como si la radio siguiera sonando indiferente al sufrimiento del monstruo convirtiendo en horror en sátira.
Acerca del director
John Landis (Chicago, 1950) es uno de los grandes nombres del cine comercial estadounidense de los años 80. Se formó trabajando como asistente en rodajes europeos antes de debutar con Schlock (1973). Alcanzó fama mundial con las comedias National Lampoon’s Animal House (1978) y The Blues Brothers (1980), que definieron el humor anárquico de su generación.
Con An American Werewolf in London (1981) fusionó terror y comedia como nadie había hecho antes, abriendo camino a un nuevo tipo de horror híbrido. También dirigió el videoclip Thriller de Michael Jackson (1983), el más influyente de la historia, y películas como Trading Places (1983) o Coming to America (1988).
Landis es celebrado por su dominio del ritmo cómico, su amor por la cultura pop y su capacidad para convertir lo grotesco en espectáculo.
🧛 What We Do in the Shadows (Taika Waititi & Jemaine Clement, 2014). La inmortalidad doméstica.
Acerca de
Dentro del ciclo “Terroríficamente divertidas” llega este próximo martes What We Do in the Shadows (Lo que hacemos en las sombras), la comedia vampírica de culto firmada por Jemaine Clement y Taika Waititi. Rodada como un falso documental, muestra la vida cotidiana de cuatro vampiros que comparten piso en Wellington, Nueva Zelanda. Conviven entre facturas, tareas domésticas y fiestas del inframundo. Son inmortales, pero también torpes, narcisistas y ridículamente humanos.
La película desmitifica el horror con un humor absurdo y melancólico: los vampiros no dominan la noche, la sobreviven. Entre peleas por los platos sin fregar y rivalidades con hombres lobo (“no hombres perro”), aflora una ternura inesperada hacia estos seres eternamente fuera de lugar.
Sinopsis
Viago, Vladislav, Deacon y Petyr son vampiros que viven juntos desde hace siglos. Un equipo de documentalistas los sigue para mostrar su día a día: cómo se visten sin reflejo, cómo intentan entrar en clubes sin ser invitados o cómo lidian con la modernidad. Todo cambia cuando convierten accidentalmente en vampiro a un joven mortal, Nick, que les abre las puertas del siglo XXI —redes sociales incluidas—. Pero la inmortalidad, entre tareas del hogar y noches de ligoteo, resulta menos glamourosa de lo esperado.
El vampiro deja de ser símbolo de poder o deseo para volverse una figura patética, doméstica, casi entrañable.
La convivencia y la eternidad
La inmortalidad no libra de los conflictos de pareja, del tedio o del desorden compartido.
El choque entre lo antiguo y lo moderno
Las sombras góticas se disuelven bajo la luz de la era digital: selfies, internet, fiestas techno.
El humor como medicina frente al miedo
La comedia revela la fragilidad del mito: reírse de lo eterno es quizá la forma más humana de enfrentarlo.
El monstruo como espejo social
Los vampiros, marginados por naturaleza, encarnan la soledad y la necesidad de pertenecer en un mundo que ya no los entiende.
Preguntas para el debate
¿Hasta qué punto el humor desacraliza o actualiza el mito vampírico? ¿Son los personajes caricaturas o retratos fieles de la soledad moderna? ¿Qué nos dice la película sobre la convivencia y el tiempo compartido? ¿Se puede seguir siendo un “monstruo” en una sociedad que ya banaliza el horror?
La banda sonora de What We Do in the Shadows (2014)
La banda sonora de What We Do in the Shadows (2014) es una mezcla de humor, exotismo y melancolía que acompaña el periplo de los vampiros de Wellington en su rutina tragicómica. Un collage de canciones que van desde lo folclórico al pop irónico.
El tema central es “You’re Dead” de Norma Tanega (1966), una joya olvidada del folk-rock estadounidense que el film rescató del olvido. Con su ritmo ligero y su letra (“Don’t sing if you want to live long”) se convierte en un himno, que fúnebre y juguetón es una perfecta síntesis del espíritu de la película: la muerte como compañera cotidiana, el humor como defensa frente al vacío.
A su lado aparecen piezas como “Skocne” de The Black Ox Orkestar, con su aire de música klezmer que evoca la antigüedad y el nomadismo de estos vampiros anacrónicos, o temas de The Phoenix Foundation, banda neozelandesa responsable de varios cortes instrumentales que aportan textura y ritmo a la vida nocturna de Wellington.
El resultado es una banda sonora que funciona como un espejo sonoro del film: una mezcla entre lo antiguo y lo contemporáneo, lo solemne y lo absurdo.
Historia de la película
Clement y Waititi partieron de un corto homónimo rodado en 2005. Tras casi una década de desarrollo y financiación independiente, el largo se estrenó en 2014 en Sundance y conquistó a crítica y público con su mezcla de humor seco, gore artesanal y sátira de reality show. El rodaje fue en gran parte improvisado: los actores trabajaron sin guion cerrado, construyendo los gags a partir de situaciones reales del día a día.
Recepción crítica
La prensa la aclamó por reinventar la comedia de terror. Variety la llamó “una joya de humor muerto-vivo”; The Guardian la describió como “una lección de inteligencia disfrazada de broma”. En Rotten Tomatoes supera el 95% de valoraciones positivas.
Éxito comercial
Con apenas 1,6 millones de dólares de presupuesto, recaudó más de 7 en todo el mundo, convirtiéndose en fenómeno global gracias al boca a boca y a su humor universal.
Película de culto
El film dio pie a una saga inesperada: la serie homónima (2019–), premiada y aún en emisión, que amplía su universo con nuevos personajes. Sus diálogos se citan, sus memes circulan, y su tono marca un nuevo canon para la comedia sobrenatural.
Qué significa para el cine actual
What We Do in the Shadows confirmó el talento de Waititi, futuro autor de Jojo Rabbit y Thor: Ragnarok, y revitalizó el género vampírico sin necesidad de romanticismo. Su mirada tragicómica sobre la inmortalidad —más cerca del piso compartido que del castillo gótico— inauguró una corriente de terror cotidiano que hoy impregna series y películas de autor.
Influencia en otras películas y directores
La combinación de documental, sátira y horror inspiró obras como The Office of the Dead, Only Lovers Left Alive de Jarmusch, o incluso Renfield.Edgar Wright y Jordan Peele han citado su ingenio estructural como referente de cómo abordar géneros con ironía sin perder respeto por sus mitos.
En resumen
Una comedia negra que demuestra que los monstruos, con siglos encima, siguen preocupándose por las mismas nimiedades que nosotros. What We Do in the Shadows no se ríe del horror, sino con él. Es la prueba de que la inmortalidad también pasa por el absurdo.
Jemaine Clement (Nueva Zelanda, 1974) y Taika Waititi (Nueva Zelanda, 1975) se conocieron en la universidad y formaron el dúo cómico The Humourbeasts. Su estilo combina humor seco, parodia cultural y ternura bajo el absurdo. Waititi, más tarde ganador del Oscar por Jojo Rabbit, ha convertido la ironía melancólica en su firma. Clement, por su parte, es también músico y actor (Flight of the Conchords). Ambos representan una generación que entendió que reírse de los monstruos es la mejor forma de recordar que alguna vez lo fuimos.
🪓 Evil Dead II (Sam Raimi, 1987). Exceso, cuerpo y delirio
Acerca de
Dentro del ciclo “Terroríficamente divertidas” os traemos esta semana Evil Dead II, dirigida por Sam Raimi. Estrenada en 1987, esta película mezcla terror, comedia y efectos especiales artesanales en una propuesta visual que se convirtió en referente del género. Más que una secuela, es una nueva versión del primer Evil Dead (1981), con mayor presupuesto, un tono más irónico y un ritmo vertiginoso.
Bruce Campbell interpreta a Ash Williams, un joven que regresa a una cabaña aislada donde, tras escuchar una grabación con pasajes del Necronomicon Ex-Mortis, despierta una fuerza demoníaca. El resultado es una sucesión de escenas extremas en las que el protagonista lucha contra espíritus, objetos poseídos y su propia mente.
Sinopsis
Ash y su novia Linda se alojan en una cabaña en medio del bosque. Allí descubren una grabación de un arqueólogo leyendo el Libro de los Muertos, lo que desata la posesión de los cuerpos y el caos sobrenatural. Ash intenta sobrevivir en un entorno que se vuelve hostil: puertas que se mueven solas, muebles que se ríen, sangre por todas partes.
A lo largo de la noche llegan nuevos personajes, pero la amenaza ya ha tomado el control. La película mantiene una tensión constante entre el horror y el humor físico, con una narrativa que combina el ritmo del cómic con la energía del cine experimental.
Los temas principales de Evil Death II
El cuerpo y la transformación
El cuerpo humano aparece como espacio de lucha y deformación, elemento central del horror físico.
El humor en el terror
Raimi utiliza la exageración y el absurdo como forma de aliviar la tensión y mantener el ritmo.
El mal como presencia abstracta
la amenaza no tiene rostro ni explicación; es una fuerza invisible que domina el espacio.
El héroe accidental
Ash evoluciona de víctima a figura central del género, caracterizado por su resistencia y su humor.
El estilo visual
el movimiento de cámara se convierte en protagonista, representando la energía descontrolada del mal.
Preguntas para el debate
¿Por qué Evil Dead II logra equilibrar el miedo y la risa sin perder tensión?
¿Qué aporta su lenguaje visual al cine de terror moderno?
¿Puede considerarse una parodia del propio género o una evolución dentro de él?
La banda sonora
Joseph LoDuca compone una música que combina orquesta, sintetizadores y sonidos ambientales. El resultado es una partitura que refuerza tanto las escenas de terror como las de humor grotesco. Los efectos sonoros —voces distorsionadas, risas, golpes— actúan como parte de la atmósfera, integrados en la narración sonora.
Historia de Evil Death II
Producción y rodaje
Después del éxito del primer Evil Dead, Raimi y Bruce Campbell repitieron colaboración con un presupuesto mayor y la producción de Dino De Laurentiis. El rodaje se realizó en Carolina del Norte, en condiciones técnicas complejas debido a la cantidad de efectos prácticos y maquillaje. Raimi empleó innovaciones en cámara y montaje para intensificar la sensación de movimiento.
Recepción y legado
En su estreno, la película sorprendió por su tono autoparódico y su creatividad visual. Con el tiempo se consolidó como una de las obras más influyentes del cine de terror moderno. Críticos como los de Empire o The New York Times destacaron su originalidad y su mezcla de géneros.
El éxito posterior dio lugar a Army of Darkness (1992) y a la serie Ash vs Evil Dead (2015–2018).
Importancia en el cine contemporáneo
Evil Dead II redefinió la forma de entender el terror en los años ochenta, abriendo paso a un estilo más autorreferencial y dinámico. Su influencia se percibe en directores como Peter Jackson, Edgar Wright o Robert Rodriguez, y en películas que combinan humor y horror como Shaun of the Dead o Cabin in the Woods.
Sam Raimi (Michigan, 1959) es un cineasta estadounidense conocido por su estilo visual enérgico y su capacidad para unir humor y terror. Tras dirigir Evil Dead (1981) y Evil Dead II (1987), alcanzó gran reconocimiento con Spider-Man (2002–2007). Su obra se caracteriza por el uso de cámara dinámica, montaje acelerado y una visión creativa del miedo como espectáculo cinematográfico.
The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975). Transgresión, · identidad, ritual
Acerca de
La cuarta entrega del ciclo “Terroríficamente divertidas” es The Rocky Horror Picture Show (El show de terror de Rocky), el clásico de Jim Sharman que revolucionó el cine musical y de culto con una mezcla irreverente de ciencia ficción, humor absurdo y horror camp. Estrenada en 1975, la película fue una rareza en su tiempo: un espectáculo capaz de desafiar normas sociales tradicionales y construir un universo de liberación sexual y expresividad sin precedentes.
Sharman, junto con el creador Richard O’Brien, logra equilibrar la extravagancia visual con una crítica social velada. Dos recién prometidos, Brad y Janet, sufren una avería y buscan refugio en un castillo habitado por el extravagante Dr. Frank-N-Furter, un científico travesti que ha creado a Rocky Horror, un hombre perfecto. Lo que sigue es un viaje a lo surrealista y camp donde lo cotidiano se trastoca en una fiesta de identidad y deseo desbordado.
Sinopsis
Brad y Janet, una pareja tradicional y conservadora, se ven atrapados en la noche más inesperada de sus vidas al llegar por accidente al castillo del Dr. Frank-N-Furter. Allí participan en una extravagante convención donde la sexualidad se libera sin tabúes y la cultura camp explota en números musicales y personajes excéntricos. Frank-N-Furter seduce a ambos jóvenes, presentando a su creación Rocky Horror, mientras la fiesta da paso a la revelación, la violencia y finalmente la destrucción por parte de sus sirvientes Riff Raff y Magenta, originarios de la galaxia Transilvania.
Temas que aborda The Rocky Horror Picture Show
Identidad y liberación sexual: Un cuestionamiento radical de las normas de género y sexualidad.
La cultura camp como celebración y crítica social.
Parodia del cine B, ciencia ficción y horror clásicos.
La ruptura de paradigmas conservadores a través del humor y la extravagancia.
El poder del deseo y la transformación como motores de la historia.
El debate. Preguntas para reflexionar:
¿Qué simboliza Frank-N-Furter como figura de la liberación y subversión? ¿Hasta qué punto The Rocky Horror Picture Show desafía o reafirma estereotipos? ¿Cómo influye la cultura camp en la recepción de la película? ¿Es Frank-N-Furter un monstruo, un héroe o ambas cosas? ¿Qué papel juega el espectador en la experiencia interactiva que ofrece esta película de culto?
Historia de la película The Rocky Horror Picture Show
The Rocky Horror Picture Show se estrenó en 1975 y no fue un éxito inmediato, pero el boca a boca y las sesiones de medianoche la convirtieron en un fenómeno que trasciende generaciones. El carisma de Tim Curry como Frank-N-Furter es icónico. La película ha inspirado incalculables representaciones teatrales, celebraciones y una comunidad de seguidores que mantienen vivo su legado.
La película nace del musical original creado por Richard O’Brien y fue dirigida por Jim Sharman, quien junto a su equipo logró trasladar al cine un espectáculo que desafiaba las convenciones. En una época de restricciones morales, la audacia de la cinta fue inusual, pero la libertad creativa y temática que ofrecía resultó revolucionaria para su tiempo, abriendo camino para la representación queer y la cultura camp en el cine.
Recepción de la crítica
En su estreno, la película dividió opiniones, siendo alabada por su originalidad y criticada por su contenido poco convencional. A lo largo de los años, ha sido revalorizada como una obra maestra de culto, con su mezcla de humor, música y provocación humana como elemento clave para crear una comunidad que celebra la diversidad y la irreverencia.
Éxito comercial y cultural
Aunque no fue un éxito inmediato en taquilla, The Rocky Horror Picture Show se consolidó como película de culto con proyecciones en cines de medianoche y un público que interactúa con la cinta, haciendo de cada sesión una experiencia colectiva única. Su banda sonora, llena de canciones pegadizas y números icónicos, es parte fundamental de su encanto.
Cómo se convirtió en película de culto
El fenómeno de las proyecciones interactivas supuso que la película no solo se viera sino se viviera, con disfraces, diálogos y actuaciones simultáneas en las salas. Este tipo de vínculo con el público reforzó su esencia de celebración de la diferencia y libertad.
Qué significa para el cine actual
The Rocky Horror Picture Show es un referente imprescindible en la representación queer, el cine musical y el camp. Mostró que el cine puede ser un espacio de liberación, cuestionamiento y transformación social mediante el humor y la extravagancia.
Influencia en otras películas y directores
El legado de Rocky Horror se puede rastrear en el cine independiente, las representaciones teatrales queer y el cine musical moderno. Su influencia cultural atraviesa géneros y generaciones. Figuras icónicas como John Cameron Mitchell y directores de cine queer citan la película como un icono que cambió las reglas del cine.
En resumen
The Rocky Horror Picture Show es mucho más que una comedia musical o una película de terror: es una reflexión festiva sobre la identidad, la liberación y la celebración radical de la diferencia que sigue inspirando y reuniendo a un público diverso y apasionado.
Con canciones como “Time Warp” y “Sweet Transvestite”, la música es una parte esencial que conjuga el espíritu rebelde y lúdico de la película, siendo un jukebox atemporal que acompaña las transformaciones y emociones intensas de sus personajes.
Acerca del director
Jim Sharman, director visionario, y Richard O’Brien, creador y autor del musical original, combinaron su talento para crear una obra que trastocó los cánones culturales de su época y se mantiene vigente como un ícono del cine de culto y la cultura pop.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar con
– Una aportación de 3€ ó
– Una aportación de 5€
El pago lo podéis hacer por bizum al 654.80.54.37 o allí mismo al finalizar el cine debate.
y además debés de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números.
En octubre pensamos sobre nosotros con historias del espacio exterior. En nuestro cine debate “Un Conejo con Ojo”, desde el corazón de El Rastro y Lavapiés, proponemos un viaje a la ciencia ficción setentera, un ciclo que nos trae cuatro maravillosos metrajes: Solaris, Silent Running, Phase IV y The Man Who Fell to Earth. Cuatro maneras de preguntarnos qué es memoria, qué merece ser salvado, quién manda en la Tierra y qué significa caer aquí, en nuestro mundo.
Desde el infinito silencio estelar, con conmovedor asombro proponemos el universo como espejo de nuestro yo interior.
Martes 7 — SOLARIS (Andréi Tarkovski, 1972, 167 min) Martes 14 — SILENT RUNNING (Douglas Trumbull, 1972, 89 min) Martes 21 — PHASE IV (Saul Bass, 1974, 84 min) Martes 28 — THE MAN WHO FELL TO EARTH (Nicolas Roeg, 1976, 139 min)
¡Nos esperan unas apasionantes veladas de pensamiento y ciencia ficción!
Te esperamos cada martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir maravillosa películas y debates. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Solaris (Andréi Tarkovski, 1972, 167 min). La culpa y el recuerdo.
“Un océano que recuerda. ¿Puede desatarse la memoria como una fuerza de la naturaleza y tornarse física?”
Acerca de
En nuestro ciclo Un Conejo con Ojo:’70s Philosophical Sci-Fi os traemos el vértigo de la conciencia desde el silencio estelar.Solaris (1972), de Andréi Tarkovski, es un viaje a esa frontera donde el duelo y el deseo levantan fantasmas de carne y recuerdoa. Un psicólogo, Kris Kelvin, llega a una estación espacial en órbita de un planeta-océano y descubre que el monstruo no está afuera: el planeta piensa… y nos devuelve aquello que amamos y no supimos mantener. Solaris es uno de los hitos mayores de la ciencia ficción metafísica.
La estación orbital sobre Solaris no gira alrededor de un planeta, gira alrededor de la culpa. Tarkovski filma el pensamiento con la paciencia de una marea: los muertos vuelven no como fantasmas, sino como posibilidades no resueltas en el pasado y que buscan otra oportunidad. Mientras la ciencia observa, la fe escucham y entre ambas se abre un abismo interminable.
Solaris fue estrenada en 1972 y basada en la novela de Stanisław Lem. La película está protagonizada por Donatas Banionis y Natalya Bondarchuk. El guion es de Tarkovski y Fridrikh Gorenshtein. La duración es de 165 min.
La fotografía de Vadim Yusov compone un espacio vivido y melancólico: metal envejecido, luz lechosa, naturaleza como patria perdida. La banda sonora de Eduard Artemyev alterna electrónica espectral con la plegaria de Bach (“Ich ruf’ zu dir, Herr Jesu Christ, BWV 639”), que funciona como hilo de memoria en medio del vacío
La banda sonora
La partitura fue compuesta por Eduard Artemiev, pionero de la música electrónica en la Unión Soviética, quien experimenta con sonidos abstractos y ambientes que dialogan con la imagen y la memoria. Se usó un sintetizador optoelectrónico ANS (inventado por Evgueni Murzin), que permite transformar gráficas visuales en sonido —un puente entre imagen y música.
Ese contraste entre lo clásico y lo experimental está marcado por el uso del poema coral Ich ruf’ zu dir, Herr Jesu Christ, BWV 639 de J. S. Bach, adaptado como tema terrestre frente a los pasajes más etéreos del cosmos
Hari, la “visitante”, tiene su propio subtema: un cantus firmus basado en Bach pero retocado por Artemiev, que suena en los momentos de crisis emocional (su muerte, la confrontación final). Discogs+4Wikipedia+4Wikipedia+4
El estilo
En Solaris, Tarkovski filma el pensamiento como si de un paisaje se tratara, convirtiendo en contemplación cada instante del tiempo que pasa. Es ciencia ficción íntima con menos cacharrería y más dolor humano. Es una película con herencia espiritual donde la nave parece un monasterio flotante y la música sacra nos azota el alma.
Veremos
El tiempo como materia con planos largos que nunca aburren.
El espacio doméstico de nuestro hogar en el espacio exterior: Bibliotecas, fotografías, mesa. Nuestra intimidad se convierte en una nave.
La ética del recuerdo ¿cura o reprogramación?
Debatiremos
Si la memoria tiene peso, ¿a quién aplasta?
¿Qué puede significar amar a un doble de nuestra culpa?
¿Es Solaris un dios, un espejo o una criatura sin intención?
La segunda entrega de nuestro ciclo de este mes 70s Philosophical Sci-Fi nos trae Silent Running (Naves Misteriosas). En Silent Running un jardinero espacial solitario custodia las últimas cúpulas-invernadero de la Tierra a bordo del Valley Forge. Cuando ordenan destruirlas, el deber se rompe y nace la desobediencia: tres drones (Huey, Dewey y Louie) como compañeros, un bosque flotando en mitad de la nada y una decisión que pesa aún más que la gravedad. Trumbull filma una elegía: ciencia ficción íntima donde la utopía cabe en una pequeña maceta… y el precio se paga en silencio.
Los temas de los que hablaremos en este debate serán sobre las obligaciones éticas y morales frente, la desobediencia como arma para acabar con la falta de conciencia de las corporaciones, el cuidado de la tierra y el medio ambiente, del futuro que deseamos, de la esperanza.
Sinopsis
En el siglo XXI, la Tierra ha perdido su vegetación. Los últimos bosques sobreviven en tres naves invernadero que orbitan Saturno. Freeman Lowell, botánico a bordo de la Valley Forge, los cuida con la idea de replantarlos algún día en el planeta.
De pronto llega la orden: destruir las cúpulas y regresar. Lowell se niega. Toma el control de la nave, elimina a sus compañeros y huye más allá de los anillos. Con la ayuda de dos drones, Huey y Dewey, reprogramados para hacer de jardineros, intenta mantener con vida el último jardín y protegerlo de quien quiera borrarlo.
La música de Silent Running
La banda sonora de Silent Running fue compuesta por Peter Schickele, un músico con formación clásica que optó por un tono íntimo y melancólico, que queda muy lejos de otras bandas sonoras de películas de ciencia ficción de la época. La música acompaña el ritmo cotidiano del protagonista: regar las plantas, revisar sistemas, mirar el vacío. Las cuerdas y maderas crean una atmósfera tranquila, casi doméstica, que refuerza la idea de un espacio exterior convertido en refugio.
A esa base se suman dos canciones interpretadas por Joan Baez, escritas junto a Diane Lampert: “Rejoice in the Sun” y “Silent Running”. Ambas funcionan como la voz emocional de la película. La primera es un canto esperanzado a la vida y al vínculo con la naturaleza; la segunda, una balada triste sobre la pérdida y la soledad.
El contraste entre las imágenes frías del espacio y la calidez folk de Joan Baez da a la película una identidad única. Su voz introduce un tono humano y nostálgico que convierte esta historia ecológica en algo más que una fábula futurista. Silent Running es una reflexión sobre lo que se pierde cuando la Tierra deja de ser hogar.
Veremos
En Silent Running veremos el cuidado de invernadero como una liturgia, la ternura de los robots, el sacrificio del protagonista por conserva la naturaleza en la Tierra.
Debatiremos
Hablaremos de la desobediencia como única salida ética para salvar la naturaleza frente a la voracidad sin límites de las empresas y del sistema en general.
Nos preguntaremos si una máquina puede custodiar mejor la vida que nosotros
Preguntas
Si para salvar el bosque haz de traicionar a tus iguales, ¿qué es “hacer lo correcto”?
¿En qué momento la convicción de Lowell cruza hacia la violencia, y cómo nos hace sentir esa frontera?
¿Por qué los robots nos conmueven? ¿Qué aprendemos de su “aprendizaje” de cuidado?
¿Es Silent Running una distopía o una parábola esperanzada?
¿Qué nos dice hoy, en plena crisis climática, ese jardín a la deriva?
Douglas Trumbull fue uno de los grandes artesanos visuales del cine moderno. Antes de dirigir Silent Running (1972), ya había dejado su impronta como responsable de los efectos especiales de 2001: Una odisea del espacio. Aunaba obsesión tanto por la verosimilitud científica como por la poesía de la imagen tratando a la tecnología como una herramienta para pensar y no solo para impresionar. Trumbull venía del mundo de la ingeniería y la animación, y eso se nota en su forma de construir los mundos: meticulosa, artesanal y con una sensibilidad casi humanista hacia la máquina.
Silent Running es su primera película como director.Filmó la historia de un hombre que decide proteger la vida en medio del vacío, y lo hizo con recursos modestos pero una enorme fe en lo que hacía. Más tarde volvería a revolucionar el cine con los efectos de Close Encounters of the Third Kind y Blade Runner, demostrando que su mirada unía técnica y emoción. Su carrera es breve en títulos, pero decisiva: enseñó que el futuro podía filmarse con las manos y con melancolía.
Recepción de la crítica
Cuando se estrenó en 1972, Silent Running no tuvo un gran éxito comercial, pero sí despertó una atención inmediata entre la crítica. Muchos la vieron como una rareza: una película de ciencia ficción sin héroes ni batallas, centrada en la ética y la soledad. Algunos medios estadounidenses elogiaron la interpretación de Bruce Dern, intensa y frágil a la vez, y destacaron la sensibilidad visual de Douglas Trumbull, capaz de convertir maquetas y efectos ópticos en un espacio creíble y emotivo.
Silent Running no tuvo un recorrido festivalero amplio en su estreno. Llegó a los cines en 1972 bajo el sello de Universal Pictures, y su lanzamiento fue más bien discreto, pensado para el circuito comercial de ciencia ficción posterior a 2001: Una odisea del espacio. No pasó por Cannes ni Berlín —el género aún no gozaba de ese tipo de reconocimiento—, aunque con los años ha sido recuperada en retrospectivas y ciclos dedicados al cine ecológico y a los pioneros de los efectos especiales, especialmente en festivales como Sitges o en muestras de ciencia ficción clásica.
En cuanto a su recepción actual, las valoraciones son sólidas. En Rotten Tomatoes, la película mantiene una puntuación cercana al 70% de aprobación por parte de la crítica y más del 75% entre el público, lo que refleja su condición de título de culto más que de éxito masivo. En IMDb, su nota ronda el 6,6/10, mientras que en FilmAffinity obtiene una media de 6,4, con reseñas que destacan su sensibilidad ecológica y el tono melancólico de su narrativa. En conjunto, se la considera una pieza menor en cuanto a éxito pero de influencia que, sin pretenderlo, abrió una rama poética dentro de la ciencia ficción.
También recibió críticas negativas por su tono moralista y su ritmo pausado. A parte del público le resultó demasiado contemplativa, más cerca de una parábola que de una aventura. Con el paso del tiempo, esa mezcla de lirismo y activismo la convirtió en una obra de culto. Hoy se la reconoce como una de las primeras películas ecológicas del cine moderno y un antecedente directo de la ciencia ficción introspectiva (como Solaris) que llegaría años después, de Moon a Wall·E.
Phase IV (Soul Bass, 1974, 93 min). La inteligencia colectica
“Ellas nos miran. El planeta cambia de dueño en silencio.”
Acerca de Phase IV
La siguiente entrega de nuestro ciclo ’70s Philosophical Sci-Fi nos trae Phase IV, el único largometraje dirigido por Saul Bass: ciencia ficción entomológica. En el desierto, dos científicos tratan de comprender a unas hormigas que han “despertado”. No hay invasión ruidosa: hay patrones, geometrías, señales. Laboratorios mínimos, planos macro y una paz inhumana que avanza sin estridencias.
En el debate hablaremos de antropocentrismo y humildad científica (¿sabemos mirar lo no humano?), de la comunicación interespecífica y el problema de traducir patrones, de mente-colmena y diseño frente al individuo, de orden y control (¿quién ordena a quién?), de ecología sin sentimentalismo —el planeta como sistema que se reconfigura— y del dilema final: ¿cómo coexistir cuando ya no somos el centro?
Sinopsis
Planteada casi como un documental, la película sigue a dos científicos que estudian un cambio anómalo en las hormigas del desierto: se coordinan con una inteligencia nueva. El experimento se convierte en prueba de una hipótesis inquietante: si las hormigas alcanzaran nuestra capacidad intelectual, el mundo sería suyo. Es el único largometraje dirigido por Saul Bass, célebre creador de títulos de crédito, aquí al mando de una ciencia ficción sobria y observacional.
La música de Phase IV
La música de Phase IV fue compuesta por Brian Gascoigne. Está construida principalmente con sintetizadores analógicos, efectos electrónicos y coros tratados con eco. Su función no es acompañar las escenas de forma emocional, sino crear una atmósfera de extrañeza y tensión constante.
Gascoigne utiliza sonidos muy controlados y repetitivos que evocan el comportamiento de las hormigas y el entorno desértico donde se desarrolla la película. No hay melodías reconocibles ni ritmo marcado, sino capas de frecuencias que cambian lentamente y generan sensación de observación y amenaza.
El resultado es una banda sonora experimental que refuerza la idea central del film: la presencia de una inteligencia no humana y el intento de comunicación con ella. Actualmente puede escucharse completa gracias a varias reediciones en vinilo y formato digital.
Brian Gascoigne
Brian Gascoigne (Shropshire, Reino Unido, 1943) es un compositor, teclista y arreglista británico. Su nombre aparece asociado a varias producciones de cine y televisión entre los años setenta y ochenta, siempre en proyectos donde la música electrónica tenía un papel central.
Fue el autor principal de la banda sonora de Phase IV (1974), en la que trabajó junto a Desmond Briscoe y David Vorhaus en la creación de texturas sonoras electrónicas. También participó en otros títulos como The Emerald Forest (1985), compuesta junto a Junior Homrich, y colaboró en la parte electrónica de The Dark Crystal (1982) y Labyrinth (1986).
Su estilo combina orquestación tradicional con sintetizadores analógicos y técnicas de manipulación de sonido que, en su época, eran aún experimentales. Aunque su nombre no es ampliamente conocido, su trabajo ayudó a integrar la música electrónica en la narrativa cinematográfica, más allá del uso meramente ambiental o decorativo.
La fotografía de Phase IV
La fotografía de Phase IV estuvo a cargo de Dick Bush, con las secuencias de insectos filmadas por Ken Middleham, especialista en macrofotografía. El resultado es una imagen que alterna lo científico y lo hipnótico: planos cerrados que convierten a las hormigas en criaturas gigantescas y panorámicas del desierto resaltando su geometría casi abstracta.
La cámara se usa de manera analítica y documental, como si registrara un experimento. Esa distancia visual transmite la idea de que la naturaleza observa y actúa. La iluminación seca, los tonos terrosos y las composiciones geométricas crean un espacio de tensión constante.
El debate de Phase IV. Los temas fundamentales
La película muestra el choque entre la inteligencia humana y una nueva mente colectiva surgida en la naturaleza. A través de la evolución de las hormigas, se cuestiona la idea de dominio humano y el poder real de la ciencia frente a lo desconocido.
En Phase IV hablaremos sobre: Evolución y cambio: una especie pequeña rompe el orden natural y altera la jerarquía de la vida. Comunicación: los humanos intentan entender, pero el lenguaje no alcanza para descifrar una lógica ajena. Control y adaptación: la ciencia busca imponer su método, pero termina transformada por el fenómeno que estudia. Naturaleza como sujeto: la naturaleza actúa con propósito y estrategia, desplazando al ser humano del centro.
Preguntas para el debate
¿Qué límites muestra la película en la manera científica de entender el mundo?
¿Qué tipo de inteligencia representan las hormigas?
¿Es una historia sobre amenaza o sobre evolución?
¿De qué modo Phase IV critica la visión humana de superioridad sobre la naturaleza?
¿Qué significado puede tener la transformación final de los protagonistas?
Saul Bass (1920–1996) fue un diseñador gráfico y director de cine estadounidense. Es uno de los grandes innovadores del lenguaje visual del siglo XX.
Se hizo famoso por sus títulos de crédito para películas como Vértigo, Psicosis o Anatomía de un asesinato, donde transformó una rutina del cine en una forma de arte. Sus diseños minimalistas, basados en formas geométricas y ritmo visual, influyeron en generaciones enteras de cineastas y publicistas.
Como director solo realizó un largo: Phase IV (1974). En él llevó su estilo gráfico al terreno narrativo, combinando imágenes científicas, composición geométrica y una mirada casi documental sobre la naturaleza. La película no tuvo éxito comercial, pero con el tiempo se convirtió en una obra de culto por su estética única y su reflexión sobre la inteligencia no humana.
Bass también trabajó en identidad corporativa —creó logotipos para AT&T, United Airlines o Minolta— y dejó una huella duradera en la forma en que el cine y la publicidad piensan la imagen.
The man who fell to earth (Nicolas Roeg, 1976, 139 min). La condición humana.
“Llegó para amar. Se quedó para perderse.”
Acerca de
La última entrega de nuestro ciclo ’70s Philosophical Sci-Fi nos trae The Man Who Fell to Earth, de Nicolas Roeg que se tradujo como “El hombre que cayó a la Tierra”. Ciencia ficción existencial con rostro de David Bowie. Un ser venido de otro planeta llega a la Tierra en busca de agua para salvar a los suyos. Con su inteligencia superior construye un imperio tecnológico, pero la codicia humana y el peso del deseo lo arrastran hacia la ruina. Roeg narra la caída de un visitante del espacio que llega con un propósito y acaba derrotado por el mundo que intenta entender. Su mirada limpia se corrompe al contacto con la ambición y la soledad humanas.
En el debate hablaremos de identidad y desarraigo, del capitalismo como enfermedad contagiosa, del cuerpo como prisión del alma, de la mirada extraterrestre sobre la Tierra, y de cómo la modernidad devora incluso a sus propios dioses tecnológicos.
Sinopsis
Un ser llegado de otro planeta aterriza en la Tierra con una misión: encontrar agua para salvar a los suyos. Bajo una identidad humana, crea una poderosa empresa tecnológica para financiar su regreso, pero el contacto con la sociedad moderna lo transforma. El dinero, el sexo, el poder y la ambición lo alejan de su propósito inicial. Aislado y vulnerable, acaba convertido en una sombra de lo que fue, víctima del mismo sistema que intentó entender.
La película aborda varios temas que se entrecruzan:
La alienación: tanto del ser que llega como de los humanos que lo rodean; todos están desconectados, incapaces de vincularse de verdad.
El capitalismo y la corrupción del ideal: el poder económico sustituye la misión inicial del protagonista, mostrando cómo toda utopía se degrada al contacto con el dinero.
La identidad y la pérdida del yo: el extraterrestre adopta una forma humana y termina confundido con aquello que imita.
La soledad y el deseo: el amor y el sexo aparecen como intentos fallidos de conexión, marcados por la culpa y la distancia.
La vigilancia y el control: la mirada del Estado y la empresa convierten su vida en experimento y espectáculo.
La condición humana: el film se pregunta si el progreso tecnológico implica sabiduría o solo acelera nuestra descomposición moral.
Las preguntas para el debate
¿Qué representa realmente el extraterrestre: un salvador frustrado o un espejo de nuestra propia decadencia? ¿En qué momento deja de ser “otro” y pasa a ser uno de nosotros? ¿La tecnología que crea es un intento de redención o una nueva forma de colonización? ¿Por qué la soledad se vuelve el destino común de todos los personajes? ¿El capitalismo aparece aquí como fuerza destructiva o simplemente como parte inevitable de la condición humana? ¿Qué papel juega el deseo en su caída: lo humaniza o lo destruye?¿Podemos ver su historia como una metáfora del artista devorado por el sistema? ¿Qué dice la película sobre la idea de progreso y sobre nuestra fe en la ciencia como salvación? ¿Qué significado tiene la vigilancia constante que sufre: paranoia o advertencia? ¿Sigue siendo posible “venir de fuera” y no quedar atrapado por la lógica de este mundo?
La película. Crítica e historia
Estrenada en 1976, The Man Who Fell to Earth dividió a crítica y público. Muchos espectadores no entendieron su estructura fragmentada ni su ritmo hipnótico, alejados del cine de ciencia ficción convencional. Con el tiempo, la película fue revalorizada como una de las más personales y enigmáticas de Nicolas Roeg. Su estilo visual —montaje quebrado, saltos temporales, simbolismo erótico y tecnológico— influyó en generaciones posteriores de cineastas. La interpretación de David Bowie, en plena cúspide de su etapa más andrógina y experimental, convirtió al film en un icono cultural. Su personaje encarna la figura del extranjero que observa la Tierra con asombro y termina absorbido por su corrupción. Hoy es considerada una obra de culto por su audacia narrativa, su crítica a la deshumanización moderna y su capacidad para anticipar temas como la soledad tecnológica y la identidad líquida.
Nicolas Roeg fue un director y director de fotografía británico con una fuerte marca visual. Trabajó en producciones como Lawrence de Arabiay Fahrenheit 451antes de pasar a la dirección. Debutó con Performance (1970), seguida de Walkabout (1971),Don’t Look Now (1973) y The Man Who Fell to Earth (1976).
Su cine se caracteriza por el montaje no lineal, el uso del tiempo como elemento narrativo y la exploración de temas como el deseo, la identidad y la percepción. En The Man Who Fell to Earth aplicó su estilo fragmentado a la ciencia ficción, mostrando la incomunicación y el aislamiento del individuo moderno.
Roeg influyó en muchos realizadores posteriores, entre ellos Danny Boyle, Christopher Nolan y Steven Soderbergh. Su obra ocupa un lugar destacado en el cine británico de los años setenta por su riesgo formal y su mirada psicológica sobre la realidad.
David Bowie en el cine
David Bowie llevó al cine la misma energía mutante que marcó su carrera musical. Su físico andrógino y su presencia enigmática le permitieron encarnar personajes que desafiaban las fronteras entre lo humano y lo extraño. Debutó en The Man Who Fell to Earth (1976), donde su interpretación del alienígena Thomas Jerome Newton coincidió con su etapa de Ziggy Stardust, y fue leída como una extensión de su propio mito.
A lo largo de los años participó en películas de estilos muy distintos: Just a Gigolo (1978), Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983), The Hunger (1983), Labyrinth (1986) o The Last Temptation of Christ (1988). En todas aportó una mezcla de vulnerabilidad y distancia que hacía creíbles sus personajes marginales o visionarios.
Bowie entendía el cine como otra forma de creación de identidades. No buscaba realismo, sino presencia. Su paso por la pantalla dejó una huella visual y simbólica que lo mantuvo como figura de referencia para directores, músicos y artistas de distintas generaciones.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar con
– Una aportación de 3€ ó
– Una aportación de 5€
El pago lo podéis hacer por bizum al 654.80.54.37 o allí mismo al finalizar el cine debate.
y además debés de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números.
Llega septiembre y el comienza de la segunda temporada de nuestro cine debate “Un conejo con ojo”. En este nuevo año dedicaremos cada mes a un ciclo distinto. El de septiembre, bajo el título de Eros y Thanatos explorará el miedo y el deseo. El cine siempre ha explorado las grietas donde el deseo se encuentra con el miedo, con películas que combinan sexo y terror. En esa frontera, el cuerpo se convierte en escenario de lo prohibido, la carne vibra entre la entrega y la herida, y cada beso guarda el germen de un grito. Este ciclo propone un viaje a través de cinco obras que, desde distintas épocas y estilos, han sabido conjugar sexo y terror en un mismo latido.
2 de septiembre . It Follows (David Robert Mitchell, 2014) 9 de septiembre Crash (David Cronenberg, 1996) 16 de septiembre Raw (Grave, Julia Ducournau, 2016) 23 de septiembre Cat People (Paul Schrader, 1982) 30 de septiembre Shivers (David Cronenberg, 1975)
Cine Debate con It Follows. El deseo como maldición
Comenzamos el ciclo con It Follows el martes 2 de septiembre. Seguimos adentrándonos en los territorios donde lo íntimo se vuelve amenaza y donde el deseo abre la puerta a lo monstruoso. En nuestro ciclo de cine debate Un Conejo con Ojo: Eros y Thanatos, comenzamos con una de las películas más inquietantes de los últimos años: It Follows (2014), escrita y dirigida por David Robert Mitchell. Una historia en la que el sexo no es liberación, sino cadena; un acto que transmite una condena invisible, como si el propio placer llevara en su interior la semilla de la muerte.
Tras una relación sexual, Jay descubre que ha sido “marcada” por una presencia implacable que adopta distintas formas humanas y la persigue lentamente hasta alcanzarla. La única manera de librarse es transmitiendo la maldición a otra persona. Pero el mal no se extingue: se hereda. Así, lo erótico se transforma en paranoia, y la intimidad en territorio de miedo perpetuo.
Este thriller de terror contemporáneo combina elementos del slasher, el gótico suburbano y la alegoría social. Nos invita a preguntarnos si la verdadera condena es el ente que acecha, o el peso psicológico de sabernos portadores de un mal intransferible.
¡Nos espera una apasionante velada de deseo y sombras!
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Acerca de It Follows
Estrenada en el Festival de Cannes de 2014, It Follows consolidó a David Robert Mitchell como una de las voces más originales del cine de terror reciente. La película se ganó el aplauso de la crítica internacional por su atmósfera sofocante, su puesta en escena y su capacidad para actualizar el mito del “mal sexualmente transmisible” con una estética inquietante y elegante.
La banda sonora, compuesta por Disasterpeace, aporta un pulso electrónico que late como un corazón enfermo. Sus sintetizadores retumban entre la melancolía ochentera y la ansiedad contemporánea, convirtiendo cada plano en un paisaje sonoro hipnótico.
La fotografía refuerza la sensación de amenaza difusa: planos abiertos, horizontes suburbanos donde cualquier figura que se acerque puede ser el monstruo. La cámara se mueve con lentitud obsesiva, como replicando el paso inexorable de la maldición.
Influencias y estilo
It Followsdialoga con:
Los slashers de los 70 y 80 (Halloween de John Carpenter, A Nightmare on Elm Street de Wes Craven).
El gótico suburbano de Stephen King y sus adaptaciones.
El cine de paranoia contemporánea (The Ring, Candyman).
Su estilo se nutre de la tradición y, al mismo tiempo, renueva el género con un tempo pausado y un terror más psicológico que explícito.
Recepción crítica
En Rotten Tomatoes cuenta con un 95% de aprobación, en IMDb con un 6,8/10, y en FilmAffinity con un 6,3/10. La crítica la describió como “una pesadilla urbana de aire retro y atmósfera opresiva”. Fue considerada una de las mejores películas de terror de la década de 2010.
Temas de debate de It Follows
Sexo y transmisión: ¿qué simboliza la maldición? ¿Es metáfora de las ETS, de la culpa o de la herencia del miedo?
Paranoia y vigilancia: ¿qué significa un ente que avanza despacio, pero sin detenerse jamás?
Juventud y herencia: ¿cómo dialoga la película con la idea de un mundo donde los jóvenes heredan los miedos de generaciones anteriores?
El plano abierto: ¿por qué la cámara insiste en mostrarnos espacios vacíos donde siempre puede aparecer una amenaza?
Eros y Thanatos: ¿cómo se entrelazan el deseo y la muerte en esta historia?
Cine Debate con Crash. Erotismo del metal y la carne
En el ciclo Un Conejo con Ojo: Eros y Thanatos seguimos transitando los territorios donde el deseo se funde con lo siniestro. Esta vez nos enfrentamos a una de las películas más perturbadoras y polémicas del cine contemporáneo: Crash (1996), dirigida por David Cronenberg. Una obra que convierte el accidente de tráfico en escenario erótico y el cuerpo herido en objeto de fascinación.
James Ballard, productor de televisión, sufre un accidente de coche que cambia su vida. En lugar de repulsión, descubre un mundo subterráneo de hombres y mujeres que experimentan una atracción sexual hacia los choques, las cicatrices y el metal retorcido. La colisión se convierte en rito iniciático, el dolor en estímulo, la herida en caricia.
En este filme, Cronenberg da un paso más allá en su obsesión por la “nueva carne”. Crash explora hasta qué punto el deseo humano puede desviarse hacia lo inconfesable, y cómo la tecnología y la máquina se funden con el cuerpo en un abrazo tan carnal como mortuorio.
¡Nos espera una velada sobrecogedora de carne y metal!
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Acerca de Crash
Basada en la novela homónima de J. G. Ballard, la película fue estrenada en el Festival de Cannes en 1996, donde causó escándalo y fascinación a partes iguales. Obtuvo el Premio Especial del Jurado, con un acta en la que se reconocía su audacia y su capacidad de “abrir nuevos caminos en el cine”.
Protagonizada por James Spader, Holly Hunter, Elias Koteas, Deborah Kara Unger y Rosanna Arquette, el reparto encarna a personajes que viven en el borde, explorando los límites de la experiencia humana a través de la violencia mecánica.
Estética y sonido
La fotografía fría, casi quirúrgica, de Peter Suschitzky convierte los escenarios industriales y los coches destrozados en paisajes eróticos. Los interiores metálicos y el resplandor nocturno refuerzan la idea de que la modernidad es un terreno donde el deseo se deforma.
La música minimalista de Howard Shore, colaborador habitual de Cronenberg, añade un pulso contenido, como un zumbido interior, que acompaña la extrañeza emocional de los personajes.
Influencias y estilo
Crashse inserta en la tradición del body horror, pero abandona el gore y la mutación orgánica para centrarse en la fusión simbólica entre hombre y máquina. Dialoga con:
La obra literaria de J. G. Ballard, obsesionada con los traumas modernos.
El cine de Jean-Luc Godard en su etapa más experimental (Week-end, 1967).
La tradición futurista y tecnófila que ve en la máquina no sólo utilidad, sino fetiche.
Recepción crítica
FilmAffinity: 6,1 / 10
IMDb: 6,4 / 10
Rotten Tomatoes: 64 % (crítica), 54 % (público)
Una película divisiva: censurada y prohibida en varios países, adorada por críticos que la consideraron visionaria y denostada por otros que la tacharon de obscena o vacía. Con el tiempo, ha adquirido estatus de culto como una de las cumbres más incómodas de Cronenberg.
Temas de debate de Crash
Eros y Thanatos: ¿por qué el accidente automovilístico, emblema de la modernidad, se convierte en un acto erótico?
El cuerpo herido: ¿qué revela la atracción hacia la cicatriz y la deformidad?
Tecnología y deseo: ¿cómo transforma la máquina la manera en que concebimos la intimidad?
Fetichismo y sociedad: ¿hasta dónde puede llegar el deseo cuando se libera de toda norma social?
El amor y la catástrofe: ¿puede el choque, literal y figurado, convertirse en el único modo de conexión auténtica entre los personajes?
En nuestro ciclo Un Conejo con Ojo: Eros y Thanatos, seguimos explorando los territorios donde el deseo y el espanto se confunden. Esta vez viajamos a la frontera del rito iniciático, al despertar de la juventud cuando el cuerpo reclama su lugar en el mundo: Raw (Grave, 2016), ópera prima de la francesa Julia Ducournau. Un relato que entrelaza descubrimiento sexual, hambre literal y metamorfosis monstruosa en una misma pulsión.
Justine, una brillante estudiante de veterinaria criada en el vegetarianismo más estricto, ingresa en la universidad para iniciar sus estudios. En las primeras jornadas de novatadas, es forzada a comer carne cruda por primera vez. Ese gesto aparentemente inocente despierta en ella un apetito incontrolable: la carne animal ya no basta, y el deseo se transforma en necesidad de devorar a otros.
El viaje de Justine es una parábola sobre el despertar sexual, la hermandad, la transgresión y el descubrimiento de que la identidad no es nunca inocente. Ducournau convierte el campus universitario en un campo de pruebas donde eros y canibalismo se funden en un mismo rito de paso.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Acerca de Raw
Estrenada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de 2016, la película sorprendió por su crudeza y su capacidad de conjugar el terror corporal con el relato de maduración adolescente. En su recorrido por festivales (Toronto, Sitges, Sundance) recibió premios y, en más de una ocasión, generó desmayos entre el público por la visceralidad de sus imágenes.
Garance Marillier encarna a Justine con una mezcla de vulnerabilidad y ferocidad, acompañada por Ella Rumpf como su hermana mayor, clave en el desarrollo de la historia. Su relación, a medio camino entre el amor y la rivalidad, articula el conflicto central: el deseo como herencia y condena familiar.
Estética y sonido
La fotografía de Ruben Impens aporta una paleta fría y clínica que contrasta con los estallidos de rojo visceral. La cámara se adentra en los cuerpos, en los rituales estudiantiles, en la fisicidad del deseo, con un naturalismo perturbador.
La música de Jim Williams, con sus notas disonantes y ambientes inquietantes, contribuye a crear una sensación de rito arcaico disfrazado de vida universitaria.
Influencias y estilo
Raw dialoga con varias tradiciones:
El body horror de Cronenberg, donde el cuerpo es siempre escenario de mutación.
Los relatos de iniciación (Carrie de Brian De Palma, Ginger Snaps de John Fawcett).
El canibalismo como metáfora del deseo reprimido, desde Trouble Every Day hasta The Silence of the Lambs.
Ducournau, sin embargo, imprime una voz personalísima: un equilibrio entre lo grotesco y lo poético, entre el rito tribal y la intimidad femenina.
Recepción crítica
FilmAffinity: 6,3 / 10
IMDb: 7,0 / 10
Rotten Tomatoes: 93 % (crítica), 76 % (público)
Elogiada por su frescura y su audacia, Raw se convirtió en un film de culto instantáneo. La crítica la destacó como uno de los debuts más poderosos del cine europeo reciente.
Temas de debate de Raw
Rito de paso: ¿qué significa que el despertar adulto esté marcado por la transgresión y la violencia?
Sexo y hambre: ¿qué relación hay entre deseo carnal y apetito caníbal?
La herencia familiar: ¿qué papel juega la transmisión entre hermanas?
Universidad como selva: ¿cómo funcionan las novatadas y rituales estudiantiles como metáfora de un mundo feroz?
El cuerpo femenino: ¿qué revela la película sobre el lugar del cuerpo de la mujer en la sociedad contemporánea?
En nuestro ciclo Un Conejo con Ojo: Eros y Thanatos, nos adentramos en un relato donde el amor y la carne se tornan metamorfosis: Cat People (1982), dirigida por Paul Schrader. Una historia en la que la pasión no puede consumarse sin invocar a la bestia que habita en lo más profundo del ser.
Irena, una joven interpretada por Nastassja Kinski, se reúne con su hermano Paul (Malcolm McDowell) después de años separados. Descubre entonces la herencia oscura de su familia: pertenecen a una estirpe maldita que, al entregarse al deseo carnal, se transforma en pantera. La atracción amorosa se vuelve amenaza, y el erotismo se convierte en monstruo.
Cat People no es solo un remake del clásico de Jacques Tourneur (1942): es un ejercicio febril de erotismo gótico donde los cuerpos se confunden con sombras felinas, donde la represión se convierte en condena, y donde amar es siempre arriesgar la propia forma humana.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Acerca de Cat People
Estrenada en 1982, la película de Schrader se caracteriza por su atmósfera sensual y oscura. Kinski y McDowell ofrecen interpretaciones cargadas de magnetismo, acompañados por John Heard y Annette O’Toole. El guion de Alan Ormsby reinterpreta el mito con un tono mucho más explícito que la sugerencia del original.
La música de Giorgio Moroder aporta una cadencia hipnótica y electrónica, mientras que la canción principal, “Cat People (Putting Out Fire)” interpretada por David Bowie, se convirtió en un himno icónico que atraviesa la película como un latido ardiente.
Estética y sonido
La fotografía de John Bailey explora la oscuridad con contrastes intensos y colores cálidos, subrayando la sensualidad latente. Los cuerpos desnudos, la sangre y las sombras felinas se entrelazan para construir un universo de erotismo fatal.
La ciudad de Nueva Orleans, con su aire pantanoso y decadente, se convierte en escenario perfecto para un cuento donde la pasión es también amenaza.
Influencias y estilo
El expresionismo y la sugerencia del cine clásico de Tourneur.
El erotismo febril de los 80, donde lo prohibido se filma con una intensidad casi barroca.
La tradición gótica de las “maldiciones familiares”, donde la herencia pesa como condena.
Schrader imprime a la historia un tono febril, cargado de sensualidad y violencia contenida, que la convierte en una pieza de culto.
Recepción crítica
FilmAffinity: 6,2 / 10
IMDb: 6,2 / 10
Rotten Tomatoes: 62 % (crítica), 53 % (público)
En su estreno fue recibida con división: acusada de excesiva por algunos, celebrada por otros como una obra de erotismo perturbador. Hoy es considerada un clásico de culto por su mezcla de sensualidad, terror y delirio visual.
Temas de debate de Cat People
Deseo y animalidad: ¿qué significa que el acto sexual despierte a la bestia?
Reprimir o liberar: ¿qué nos dice la película sobre la represión de los instintos?
Herencia maldita: ¿cómo pesa la familia como cadena de lo inevitable?
Erotismo y monstruo: ¿hasta qué punto lo prohibido potencia la atracción?
Remake y reinterpretación: ¿qué cambia Schrader respecto al original de 1942?
En el ciclo Un Conejo con Ojo: Eros y Thanatos volvemos a los orígenes del terror corporal contemporáneo con Shivers (1975), el primer largometraje de David Cronenberg. Una obra transgresora y polémica que, bajo la apariencia de una película de serie B, inaugura un nuevo territorio: el del deseo convertido en epidemia.
En una urbanización de lujo a las afueras de Montreal, un experimento médico se descontrola. Un parásito diseñado para reemplazar órganos comienza a propagarse entre los residentes, alterando su conducta sexual hasta transformarles en seres dominados por un apetito carnal incontrolable. Lo que comienza como un intento de mejora científica se convierte en un brote de deseo colectivo, violento y contagioso.
Con Shivers, Cronenberg anuncia el camino que recorrerá gran parte de su filmografía: el cuerpo como lugar de horror y de revelación, la ciencia como catalizador de mutaciones y la sexualidad como pulsión inevitablemente ligada a la destrucción.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Acerca de Shivers
Estrenada en 1975, la película causó un auténtico escándalo en Canadá, hasta el punto de generar un debate parlamentario sobre el uso de fondos públicos en cine considerado “obsceno”. Lejos de hundirla, aquella polémica convirtió a Shivers en un título de culto y abrió la puerta a la carrera de uno de los cineastas más influyentes del género.
Los actores Paul Hampton, Joe Silver y Lynn Lowry encarnan a personajes atrapados en un edificio que pronto se convierte en microcosmos de pesadilla, donde los ascensores, pasillos y apartamentos son invadidos por cuerpos poseídos por el parásito.
Estética y sonido
Rodada con bajo presupuesto, la película aprovecha la frialdad arquitectónica del complejo residencial para crear una atmósfera de laboratorio social. El contraste entre la modernidad de los espacios y el caos sexual que los invade produce un efecto inquietante.
La música de Ivan Reitman (sí, el futuro director de Ghostbusters) añade un tono casi irónico en momentos, reforzando la tensión entre el artificio cotidiano y el horror visceral.
Influencias y estilo
Shivers inaugura el body horror como género propio:
Una herencia de la ciencia ficción de los 50, donde la amenaza es contagio.
La tradición del terror sexual reprimido, desde Repulsión de Polanski hasta La invasión de los ladrones de cuerpos.
Una mirada clínica y, a la vez, grotesca sobre el deseo como fuerza imparable.
Recepción crítica
FilmAffinity: 6,0 / 10
IMDb: 6,4 / 10
Rotten Tomatoes: 85 % (crítica), 57 % (público)
En su momento, fue tachada de enfermiza y provocadora; hoy se la reconoce como pieza fundacional del cine de Cronenberg y del terror moderno.
Temas de debate de Shivers
El deseo como epidemia: ¿qué significa que el sexo se transmita como un virus?
La ciencia y lo monstruoso: ¿dónde está la frontera entre progreso y catástrofe?
El edificio como microcosmos: ¿qué dice la película sobre la vida en comunidad y la represión en la sociedad moderna?
Erotismo y violencia: ¿por qué el placer y el horror se confunden en la narración?
El nacimiento del body horror: ¿qué huella deja esta película en el cine posterior?
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar
Seguimos explorando los rincones más oscuros de la mente, la identidad y la percepción en nuestro cine debate Un Conejo con Ojo. Esta semana proyectamos una joyita poco conocida del cine de terror psicológico contemporáneo: Come True (2020), escrita y dirigida por Anthony Scott Burns.
Una película que nos arrastra a un territorio onírico inquietante, donde los límites entre el sueño y la vigilia se desdibujan, y lo inconsciente toma forma en paisajes sombríos y figuras que parecen salir de nuestras peores pesadillas. Con ecos de El ente, A Nightmare on Elm Street y el universo de Lynch y Cronenberg, Come True es una experiencia cinematográfica de alto voltaje que nos dejará atónitos y llenos de preguntas
¿Qué ocurre cuando lo más íntimo de nuestro subsconciente—nuestros sueños— se convierte en material de estudio? ¿Qué sucede cuando los científicos entran en tu mente… y no quieren salir?
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Come True es una película de terror psicológico y ciencia ficción dirigida por Anthony Scott Burns y estrenada en 2020. Protagonizada por Julia Sarah Stone y Landon Liboiron, cuenta la historia de Sarah, una adolescente con insomnio y pesadillas recurrentes que se apunta a un estudio del sueño para encontrar algo de paz. Pero pronto descubrirá que hay algo mucho más oscuro acechando en los rincones de su inconsciente… y que sus sueños podrían no ser solo suyos.
La película que es visualmente hipnótica destaca por su atmósfera inquietante, conuna cuidada dirección de fotografía. Destacan los tonos fríos, las sombras densas y los encuadres claustrofóbicos consiguiendo un perfecto reflejo del estado emocional de la protagonista. La imagen parece filtrada por una neblina digital, reforzando la sensación de estar atrapados entre el sueño y la vigilia, entre lo real y lo simulado.
Come True nos ofrece una muy lograda banda sonora, compuesta por el propio director bajo el alias de Pilotpriest, en colaboración con el grupo canadiense Electric Youth. El resultado es un viaje sonoro que mezcla sintetizadores analógicos con texturas melódicas oníricas y escalofriantes, al estilo de John Carpenter, Vangelis y Disasterpeace, creando un tapiz emocional perfecto para el desconcierto que atraviesa nuestra protagonista en la película.
El reparto lo encabeza Julia Sarah Stone que nos ofrece una poderosa interpretación poderosa de una vulnerable Sarah que nos transmite el desgaste mental y el miedo más profundo de manera natural y sin necesidad de grandes artificios. El rostro de Sarah se convierte en el centro emocional de la historia. Por su parte en el personaje central masculino, Landon Liboiron realiza un excelente trabajo danto vida a un personaje misterioso y desconcertante, que, al igual que Sarah, está atrapado en el extraño funcionamiento del experimento.
Come True se sitúa en la tradición del cine de terror existencial y experimental, con claras influencias de David Cronenberg, David Lynch, Andrzej Żuławski, Stanley Kubrick y del anime psicológico como Paprika de Satoshi Kon.
Come True no busca darnos respuestas, nos instala en la duda, el simbolismo y el misterio. Una experiencia que para ver y sentir donde la historia es lo de menos.
Sinopsis de Come True
Sarah es una adolescente solitaria y perturbada por insomnios y pesadillas recurrentes. No puede dormir en casa, así que deambula por la ciudad hasta quedarse dormida en bancos, parques o en casa de una amiga. Desesperada por descansar, se apunta a un experimento de investigación sobre el sueño. Al principio parece que ha encontrado un lugar seguro donde dormir y sentirse cuidada, pero pronto descubre que sus sueños están siendo observados, analizados… y que hay algo en ellos que no debería estar ahí.
Lo que empieza como una oportunidad de escapar de su insomnio se convierte en una inmersión aterradora. ¿Qué pasa cuando nuestras pesadillas toman forma? ¿Y si hay otros soñando lo mismo?
La película Come True, aparte de suonírica experiencia visual y sensorial, nos abre múltiples líneas de reflexión acerca del sueño, la identidad, la vigilancia y lo desconocido.
Tus sueños como materia de estudio de la ciencia
Lo que soñamos es una de las experiencias más íntimas. En Come True, este espacio tan íntimo es colonizado por la ciencia. Lo inconsciente se convierte en un campo de observación y análisis.
¿Hasta qué punto puede ser intervenido lo inconsciente? ¿Estamos preparados para que nuestras pesadillas se traduzcan en datos y gráficos?
La imagen de lo que no debería verse
La película construye un lenguaje visual inquietante: figuras humanas sin rostro, pasillos infinitos, geometrías inestables. Lo que vemos parece surgir de lo más profundo del subconsciente, como si el cine nos mostrara imágenes que deberían permanecer ocultas.
¿Qué sentimos cuando nos enfrentamos a lo inexplicable? ¿Hay cosas que el cine puede mostrar que la mente humana no puede soportar?
La tecnología y el yo vigilado
El experimento del sueño se presenta como una ayuda, pero rápidamente se transforma en una forma de control. Mientras el cuerpo duerme, otros observan, miden y extraen información.
¿Estamos cediendo nuestra intimidad a cambio de comodidad o soluciones rápidas? ¿Hasta qué punto puede la ciencia intervenir en la psique sin consecuencias éticas o personales?
Despersonalización y estados alterados
Sarah pierde poco a poco su capacidad para distinguir lo real de lo onírico. Su cuerpo, su voluntad y su identidad empiezan a disolverse. El miedo ya no es a lo externo, te hace desconfiar de uno mismo.
¿Cómo reaccionamos ante la sensación de no ser dueños de nosotros mismos? ¿Qué relación hay entre el terror y la pérdida del yo?
El final abierto: el terror como bucle existencial
La última escena de Come True deja al espectador atrapado en una paradoja que pone en duda todo lo anterior. ¿Fue real? ¿Fue un sueño? ¿Acaso importa?
¿Cómo interpretas el final de la película? ¿Qué nos dice ese bucle sobre la naturaleza del miedo y la percepción? ¿Puede el sueño ser una cárcel sin salida?
Come True y el cine del subconsciente
Come True se inscribe en una tradición de cine que explora el inconsciente como si fuera un campo de batalla, películas como Possession (1981), Jacob’s Ladder (1990), Inland Empire (2006) o Paprika (2006) entrarían en esta clasificación. Para estas películas, la mente no es una línea clara de pensamientos: es un mar oscuro de símbolos, traumas y deseos reprimidos.
Anthony Scott Burns crea una atmósfera inspirada en el cyberpunk retro, la estética de los 80, y el sonido de sintetizadores etéreos, que recuerda al trabajo de Carpenter y Vangelis. La música, a cargo del propio director bajo el alias Pilotpriest junto a Electric Youth, nos acompaña: envuelve y distorsiona, haciendo de la experiencia algo envolvente y claustrofóbico.
Anthony Scott Burns: el horror atmosférico del inconsciente tecnológico
Anthony Scott Burns es uno de los nombres emergentes del cine de género contemporáneo, un creador multidisciplinar que combina sus habilidades como director, guionista, director de fotografía y compositor musical bajo el alias Pilotpriest. Su cine se ve, se escucha, se siente y se absorbe como una experiencia sensorial completa.
Antes de Come True, participó en el proyecto antológico Holidays (2016), con el segmento Father’s Day, una historia inquietante sobre la voz de un padre desaparecido que guía a su hija hacia un lugar desierto y misterioso. Ya en este corto aparecen los elementos que definirán su estilo: el uso de sonido envolvente, la estética retrofuturista, los espacios vacíos cargados de tensión, y una narrativa que se mueve entre lo emocional y lo ominoso.
Con Come True (2020), Burns consolida su visión personal: una mezcla de ciencia ficción, body horror, estética synthwave y obsesión con los estados alterados de conciencia. Lejos del terror explícito o el susto fácil, apuesta por un miedo lento, envolvente, que brota de la atmósfera y de la desorientación perceptiva.
Su cine bebe de influencias como David Cronenberg, Stanley Kubrick, John Carpenter o Andrei Tarkovsky, pero también de la estética de los años 80 y del diseño sonoro como vehículo narrativo. En Come True, él mismo compone la banda sonora junto al artista Electric Youth, generando una fusión entre imagen y sonido que acentúa la alienación de los personajes.
Burns es un cineasta que filma el temor a perder el control interior, la fragilidad del yo frente a la ciencia, la tecnología y los sueños. En su cine, los protagonistas no se enfrentan a monstruos externos, sino a realidades que se desmoronan desde dentro, como si lo que diera miedo no fuera el mundo, sino lo que el mundo revela de nosotros.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar. Se puede reservar en entradium en este enlace:
Las invitaciones gratuitas para los socios La reserva gratuita para hacer luego la aportación que se desee a la finalización del coloquio Los que deseen hacer una aportación de 3€ Los que deseen hacer una aportación de 5€
y además debes de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números
Continuamos nuestro viaje por territorios donde la mente se desdobla, la identidad se deshace y la tecnología penetra el inconsciente. Hablaremos de los sueños colectivos con una película
Esta vez, nuestro conejo blanco con un solo ojo nos lleva al terreno del sueño colectivo con una de las películas más hipnótica y revolucionaria del anime japonés: Paprika(2006), dirigida por Satoshi Kon. Un festín visual y filosófico sobre los límites entre lo real y lo onírico, entre el yo consciente y el deseo reprimido. Nos sumergimos junto a la Dra. Atsuko Chiba, una psiquiatra que bajo el alias de Paprika entra en los sueños de sus pacientes gracias a una revolucionaria tecnología: el DC Mini. Pero cuando el aparato es robado y usado para manipular sueños a escala global, la distinción entre vigilia y sueño comienza a derrumbarse. ¿Qué sucede cuando el inconsciente colectivo se desborda? ¿Puede un sueño destruir la realidad?
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Paprika es una película de animación japonesa dirigida por Satoshi Kon, basada en la novela homónima de Yasutaka Tsutsui. Estrenada en 2006, es una obra maestra del cine de animación y un hito en la representación del inconsciente. Fue una de las últimas películas de Kon antes de su fallecimiento en 2010, y su influencia se puede ver en obras inmensas como Inceptionde Christopher Nolan.
Sinopsis de Paprika
En un futuro próximo, un grupo de científicos desarrolla una tecnología que permite introducirse en los sueños de otras personas para analizarlos y curar enfermedades mentales. La Dra. Atsuko Chiba utiliza esta herramienta, el DC Mini, bajo su álter ego onírico Paprika. Pero cuando uno de los dispositivos es robado, los sueños comienzan a invadir la realidad, mezclando deseos reprimidos, traumas y fantasías en una espiral descontrolada. Solo Paprika podrá enfrentarse a la disolución de los límites entre lo real y lo imaginario.
En Paprika, los sueños no son solo refugio o interpretación, sino campo de batalla donde se decide la integridad de la realidad.
¿Qué función cumplen los sueños en nuestra vida cotidiana? ¿Son un reflejo veraz de lo que somos, o un espacio de evasión? ¿Qué sucede cuando los sueños se filtran en la vigilia?
Identidad difusa y fragmentación del yo
Paprika y Atsuko comparten un cuerpo, pero no una identidad. Una es control racional; la otra, libertad imaginativa.
¿Hasta qué punto somos una sola persona? ¿Qué máscaras usamos en distintos contextos? ¿Es Paprika un álter ego liberador o una forma de negación?
Mente y tecnología
El DC Mini puede curar, pero también controlar. Su poder radica en que accede al lugar más vulnerable: el inconsciente.
¿Hasta dónde debemos permitir que la tecnología penetre en nuestra psique? ¿Hay algo “intocable” en nuestra mente? ¿Quién debería tener acceso a los sueños?
Inconsciente colectivo
En la película, los sueños se entrelazan, creando una única pesadilla compartida. El yo se disuelve en un carnaval delirante de símbolos.
¿Es posible un “sueño común”? ¿Qué pasa cuando lo reprimido colectivo irrumpe? ¿Puede la cultura ser una forma de sueño compartido?
Ilusión vs Realidad
Como en eXistenZ o The Matrix, la película cuestiona la solidez de lo real. Pero aquí la clave está en el deseo, no en la lógica.
¿Cómo definimos lo real? ¿Es más real lo que sentimos o lo que vemos? ¿Qué nos dice esto sobre la sociedad del espectáculo y la virtualidad?
El cine de Satoshi Kon: el desdoblamiento de la percepción
Satoshi Kon fue un maestro en difuminar los límites de la realidad, creando universos donde los personajes se deslizan entre planos sin que el espectador tenga nunca una certeza clara en que plano se encuentran. En películas como Perfect Blue (1997), Millennium Actress (2001) o Tokyo Godfathers (2003), la narración se fragmenta para reflejar un mundo donde lo subjetivo y lo objetivo se entrelazan.
En Paprika, Kon lleva al extremo esta disolución de fronteras: el espacio de los sueños se convierte en escenario principal, y las leyes del mundo onírico contaminan la realidad. Con una estética psicodélica, cargada de símbolos y referencias, Paprika nos cuenta una historia que estalla en mil fragmentos de sentido, color y emoción.
Kon quiere hacernos cuestionar quienes somo cuando soñamos, que parte de nosotros escapa de la realidad y cual es el precio de dejarse llevar por la fantasía
Películas esenciales de Satoshi Kon
Perfect Blue (1997)
Thriller psicológico sobre una estrella del pop acosada por su imagen pública. Confusión mental, dobles y paranoia.
Millennium Actress (2001)
Un repaso a la historia del cine japonés a través de la vida (y los recuerdos) de una actriz que confunde el pasado con la ficción.
Tokyo Godfathers (2003)
Comedia dramática navideña sobre tres marginados que encuentran a una bebé en la basura. Realismo mágico urbano.
Paprika (2006)
Sueños, tecnología y deseo en un festín visual que anticipa muchos de los dilemas actuales sobre identidad, vigilancia y evasión.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
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Continuamos nuestro viaje por las fronteras de la mente, la identidad y la tecnología en nuestro cine debate Un Conejo con Ojo, esta vez con una película de culto del maestro de del cuerpo mutante y la distorsión perceptiva: eXistenZ (1999), dirigida por David Cronenberg. Una exploración alucinante sobre la confusión entre lo real y lo simulado.
En esta ocasión acompañamos a Allegra Geller, una reconocida diseñadora de videojuegos orgánicos, en la prueba de su nueva creación: eXistenZ. Pero algo falla, y Allegra se ve obligada a entrar al juego con un joven asistente, mientras el mundo real y el virtual se entrelazan de forma inquietante. ¿Estamos dentro del juego o fuera de él? ¿Quién controla a quién? ¿Y qué ocurre con nuestros cuerpos cuando la mente ya no distingue la diferencia?
En este cine debate hablaremos de la construcción de la realidad, del cuerpo como interfaz, del control tecnológico, de la inmersión y la desconexión, y de lo inquietante que es no saber si lo que vivimos es realmente verdad.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
eXistenZ es una película de ciencia ficción dirigida por David Cronenberg, escrita por él mismo y protagonizada por Jennifer Jason Leigh y Jude Law. Se estrenó en 1999, es una reflexión muy pereturbadora sobre la tecnología, la percepción y el yo, que combina elementos de cine de terror y thriller con la filosofía existencial. Es considerada una respuesta orgánica y visceral a The Matrix, estrenada el mismo año.
Sinopsis de eXistenZ
Allegra Geller es la creadora del videojuego más esperado del momento: eXistenZ, una experiencia totalmente inmersiva que se conecta directamente al cuerpo humano mediante una “biopod”. Pero durante una presentación privada, es atacada por un fanático y se ve obligada a escapar con un joven guardaespaldas. Para comprobar que el juego sigue funcionando, ambos se conectan… y lo que empieza como una prueba técnica se convierte en un viaje paranoico por mundos superpuestos donde ya no está claro qué es real y qué es parte del juego.
En eXistenZ, el mundo virtual no es una copia, sino una experiencia que puede sustituir a la realidad misma.
¿Cómo definimos hoy qué es “real”? ¿Es menos verdadero lo que sentimos en un entorno virtual? ¿Qué peligros o libertades implica vivir en mundos simulados?
El cuerpo como interfaz
Los jugadores se conectan al juego mediante un puerto orgánico instalado en su espina dorsal, fusionando tecnología y carne.
¿Qué significa convertirnos en extensiones de nuestras máquinas? ¿Dónde acaba el cuerpo y empieza la tecnología? ¿Qué relación hay entre placer, control y vulnerabilidad en este vínculo?
Control y Paranoia
A medida que avanza la película, la sospecha de estar dentro de un juego dentro de otro juego se hace insoportable.
¿Hay algún momento en que creas que los protagonistas están “fuera del juego”? ¿Qué te genera esa sensación de no tener punto de referencia? ¿Qué nos dice esto sobre la desconfianza hacia las estructuras que gobiernan nuestras vidas?
Identidad líquida
Los personajes asumen roles sin saber si son verdaderos o parte del guion del juego.
¿Cómo cambia nuestra identidad cuando el entorno no es estable? ¿Hasta qué punto somos lo que creemos o lo que hacemos? ¿Qué pasa con el yo cuando todo es representación?
La inmersión total y la evasión
La experiencia de eXistenZ es adictiva. Quienes entran no siempre quieren salir.
¿Qué nos lleva a buscar refugio en mundos ficticios? ¿Podemos perder el deseo de vivir “afuera”? ¿Qué nos está diciendo Cronenberg sobre nuestra relación con la tecnología?
El cine de Cronenberg: cuerpos, tecnología y mutación del yo
David Cronenberg es una de las figuras más influyentes del cine contemporáneo. Un director que explora el lado oscuro de la mente, del cuerpo y la tecnología. A lo largo de su filmografía, ha desarrollado un estilo único, conocido como body horror, donde el cuerpo humano es el escenario de transformaciones grotescas, simbólicas o tecnológicas que reflejan crisis más profundas: existenciales, sociales o psicológicas.
En películas como Videodrome (1983), The Fly (1986), Naked Lunch (1991) o Crash (1996), Cronenberg nos dibuja mundos donde los límites entre máquina y carne, deseo y obsesión enfermiza, realidad y alucinación se desdibujan. Sus personajes, muchas veces, no son víctimas de fuerzas externas, sino del deseo de ir más allá del cuerpo, del lenguaje o de la conciencia.
eXistenZ (1999) recoge todas estas obsesiones en una nueva clave: la del videojuego y la realidad virtual. Aquí, el cuerpo se conecta directamente a la tecnología a través de biopods, dispositivos orgánicos que permiten vivir mundos alternativos en los que las reglas y los límites ya no están claros. La identidad se fragmenta, la percepción se distorsiona, y la confianza en la realidad se evapora.
Hay una cuestión que recorre todo el cine de Cronenberg —¿quién soy yo cuando mi cuerpo cambia, cuando mi mente ya no es fiable, cuando la tecnología se fusiona conmigo?. En eXistenZesta pregunta alcanza un cénit muy especial. eXistenZ es una reflexión adelantada a su tiempo sobre lo que hoy vivimos con la inteligencia artificial, los metaversos, las redes sociales y la hiperconexión. Es un inmersión profunda en la noción misma de identidad y verdad.
Películas esenciales de Cronenberg
Videodrome (1983)
Violencia mediática y mutación corporal en una televisión que transforma a sus espectadores.
The Fly (1986)
Una historia de amor, ciencia y transformación: el cuerpo como espacio de degeneración e hibridación.
Naked Lunch (1991)
Adaptación libre de Burroughs, entre insectos parlantes, drogas y escritura: surrealista, inquietante y cargada de simbolismo oscuro.
Crash (1996)
Erotismo, accidentes y cuerpos alterados por la tecnología: una película radical sobre deseo y trauma.
eXistenZ (1999)
Realidad virtual y biotecnología en una experiencia donde jugar y vivir se confunden.
1999. El año que el cine se miró en el espejo digital
En 1999, Internet se extendía sin medida, el acceso a la información crecía constantemente y el miedo al efecto 2000 hacían presagiar un futuro incierto e excitante. El cine también empezó a mostrar que la realidad ya no se sentía firme. En un mundo donde lo virtual no era aún cotidiano se sospecha que llegaría a serlo. Varias películas estrenadas en 1999 decidieron tomar esa sensación como punto de partida. Cada una, a su manera, dejó una marca.
The Matrix – Wachowski
Plantea que el mundo visible puede ser una construcción diseñada para mantener el control. La mente vive dormida; el cuerpo, en pausa. Propone ruptura y conciencia.
eXistenZ – Cronenberg
El juego no está en una consola, sino bajo la piel. No busca distraer, sino rediseñar la percepción. La tecnología no es herramienta: es organismo.
Fight Club – Fincher
Un trabajador sin nombre decide desobedecer. No con ideas, sino con golpes. Lo que está en crisis no es el sistema: es el yo que intenta sostenerlo.
Being John Malkovich – Jonze
Un pasadizo lleva al interior de una persona real. La pregunta es inmediata: si puedo vivir como otro, ¿qué sentido tiene seguir siendo yo?
The Sixth Sense – Shyamalan
Una historia contada desde un lugar ciego. El espectador ve, pero no interpreta bien. El final no da la vuelta al relato: revela que lo malentendiste desde el principio.
The Truman Show – Weir
La vida como emisión. El entorno como decorado. Lo que parece libertad es rutina coreografiada. Lo real no depende de la materia, sino del guion.
El año 1999 dejo bien claro que el cine puede ser una herramienta pora dudar de todo: lo que ves, lo que eres, lo que decides. Que la identidad no es estable. Que la percepción no es confiable. Que lo que entendemos como real puede ser apenas una capa de interfaz más.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar. Se puede reservar en entradium en este enlace:
Las invitaciones gratuitas para los socios La reserva gratuita para hacer luego la aportación que se desee a la finalización del coloquio Los que deseen hacer una aportación de 3€ Los que deseen hacer una aportación de 5€
y además debes de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números
Continuamos nuestro viaje cinematográfico por los laberintos de la mente y la identidad en nuestro cine debate Un Conejo con Ojo, con una película fascinante: Perfect Blue (1997), dirigida por Satoshi Kon. Una obra maestra del anime psicológico que nos lleva al límite entre la realidad y la alucinación, y que nos hace pensar sobre los efectos del control externo sobre la construcción del yo.
En esta historia seguimos a Mima, una cantante pop que decide abandonar su carrera musical para convertirse en actriz. Lo que parece ser una transición profesional se convierte pronto en una pesadilla: comienza a ser acosada por un fan obsesionado, mientras una versión idealizada de sí misma —la “Mima popstar”— parece tomar vida propia. La confusión entre lo real y lo imaginado se intensifica, y su salud mental se tambalea bajo la presión del espectáculo, la violencia simbólica y el miedo constante a decepcionar a los demás.
En este cine debate hablaremos de la pérdida de identidad, del rol de la mirada externa, del miedo a dejar de ser lo que los otros esperan de nosotros, y de cómo los límites entre lo real y lo virtual se difuminan peligrosamente en nuestra cultura.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Perfect Blue es el primer largometraje del director Satoshi Kon, con guion de Sadayuki Murai y música de Masahiro Ikumi. Perfect Blue es un thriller psicológico de animación que mezcla el terror psicológico con la crítica social. Aunque fue realizada en 1997, anticipa con precisión muchas de las problemáticas actuales sobre la fama, redes sociales, construcción de la identidad y salud mental.
Sinopsis de Perfect Blue
Mima Kirigoe es una joven que decide abandonar su grupo musical, CHAM, para comenzar una nueva etapa como actriz. Esta decisión la enfrenta no solo al rechazo de algunos fans, sino también a una creciente sensación de desdoblamiento. A medida que su carrera avanza, alguien comienza a suplantarla en Internet, a acosarla físicamente y a manipular su entorno. La Mima real empieza a confundirse con la imagen que otros tienen de ella, hasta el punto de no saber quién es realmente. ¿Está perdiendo la razón o hay algo más oscuro detrás?
Mima se divide entre lo que era, lo que quiere ser y lo que los demás proyectan sobre ella.
¿Quién es la verdadera Mima? ¿Qué ocurre cuando vivimos más pendientes de la imagen que proyectamos que de lo que sentimos? ¿Te ha pasado sentir que hay diferentes “tú” compitiendo por tener el control?
La violencia de la mirada
Mima es mirada constantemente: por fans, productores, la prensa, Internet… Esa mirada condiciona su conducta y deteriora su autopercepción.
¿Qué efecto tiene sobre nosotros sabernos observados, juzgados o vigilados? ¿Qué relación hay entre la exposición constante y la pérdida de autenticidad? ¿Dónde trazamos el límite entre mostrarnos y protegernos?
El desdoblamiento psicológico
La Mima popstar que aparece en su mente es un símbolo del yo idealizado, que se convierte en enemigo.
¿Es esa Mima flotante una alucinación… o una manifestación de su conflicto interior? ¿Por qué cuesta tanto soltar versiones anteriores de nosotros mismos? ¿Qué representa para ti esa lucha entre el “yo que fui” y el “yo que quiero ser”?
La fama como trampa
El camino hacia la notoriedad le exige a Mima renunciar a su integridad personal. ¿Es ese el precio del éxito?
¿Crees que Mima decide libremente o está atrapada en un sistema? ¿Qué papel juegan los medios en la destrucción de la salud mental? ¿Cómo resuenan estas dinámicas en la era de Instagram y TikTok?
El control y la paranoia
La protagonista comienza a sospechar de todo: de su entorno, de su mente, de su cuerpo. La desconfianza se apodera de ella.
¿Hay algún momento en el que confíes completamente en lo que ves en pantalla? ¿Qué te sugiere esa sensación constante de amenaza invisible? ¿Qué papel juega la manipulación en este descenso hacia la locura?
El trauma y la reconstrucción
El viaje de Mima es también una lucha por reconstruirse tras haber sido despojada de su yo. ¿Qué necesita Mima para recuperarse? ¿Puede sanar alguien cuando no sabe quién es? ¿Qué recursos tenemos para recomponernos después de una
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar. Se puede reservar en entradium en este enlace:
Las invitaciones gratuitas para los socios La reserva gratuita para hacer luego la aportación que se desee a la finalización del coloquio Los que deseen hacer una aportación de 3€ Los que deseen hacer una aportación de 5€
y además debes de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números
Continuamos nuestro viaje cinematográfico por los universos simbólicos y oníricos en Un Conejo con Ojo con la hipnótica El Cisne Negro (Black Swan,2010, Darren Aronofsky). Una obra que explora el abismo que puede abrirse cuando la búsqueda de la perfección devora los límites de la razón y la realidad.
El Cisne Negrose centra en la vida de Nina Sayers, una joven bailarina que se entrega por completo a su arte. Encarna el mito de la transformación: lo que comienza como un anhelo puro se convierte en una espiral de obsesión y locura, donde los espejos son puertas a otros yoes y el escenario se convierte en un campo de batalla interno.
Hablaremos de la lucha interior de Nina por la perfección y el peligro de perderse en ella, de la noche y sus pasiones, de la rivalidad y la sombra, de la influencia de la madre y la atracción de lo prohibido. Analizaremos cómo la historia de Nina refleja el ballet que interpreta: la princesa Odette atrapada en el cuerpo de un cisne, la traición y el sacrificio. El cisne negro usurpa el amor y el fin acecha en el fondo del lago.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Dirigida por Darren Aronofsky, El Cisne Negro es un thriller psicológico con una impresionante fuerza hipnótica. Destaca Natalie Portman con una interpretación que le valió el Oscar. Está acompañada en el reparto por Vincent Cassel, Mila Kunis y Barbara Hershey. La película juega con luces, espejos y cuerpos que se retuercen en un escenario donde la mente no siempre es aliada.
Sinopsis de El Cisne Negro
Nina (Natalie Portman) es bailarina de una prestigiosa compañía de Nueva York. Su madre la rodea de exigencias y viejos sueños. La rivalidad con Lily (Mila Kunis) y las presiones del director (Vincent Cassel) hacen que Nina se precipite en un torbellino donde el ballet y la vida se mezclan. Los espejos la confunden y las plumas se convierten en un signo de su propia transformación.
El Cisne Negro recibió una lluvia de premios y el reconocimiento unánime de la crítica especializada. Su estreno en 2010 sacudió la temporada cinematográfica y consolidó a Darren Aronofsky como uno de los directores más provocadores de su generación.
La película obtuvo cinco nominaciones a los Premios Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Fotografía. La interpretación de Natalie Portman como Nina Sayers fue galardonada con el Oscar a la Mejor Actriz, un reconocimiento que consagró su trabajo como una de las actuaciones más intensas de la década.
En los Globos de Oro, El Cisne Negro también se alzó con el premio a Mejor Actriz y recibió nominaciones en las categorías de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion. Su éxito se extendió a los BAFTA y a los Premios del Sindicato de Actores, donde Portman volvió a llevarse el premio a la Mejor Actriz.
La crítica aplaudió la visión de Aronofsky y la entrega total de Portman, destacando la atmósfera perturbadora de la película y su capacidad para convertir la danza en un descenso hipnótico hacia la locura. El diario The Guardian la calificó de «magnífica y perturbadora», mientras que The New York Times habló de una «coreografía de la obsesión tan elegante como estremecedora». En Rotten Tomatoes, la película cuenta con un sólido 85% de aprobación, confirmando su estatus como obra maestra moderna.
El Cisne Negro ha dejado una profunda huella en la cultura cinematográfica contemporánea.
Los temas de El Cisne Negro
La psicosis y la fractura de la mente
El viaje de Nina nos permite explorar cómo la presión y la obsesión pueden abrir grietas en la mente. La película muestra la tensión entre la disciplina extrema y la fragilidad emocional, hasta que la frontera entre lo real y lo imaginario se disuelve.
¿Crees que Nina ya estaba al borde de la locura o que su entorno la empuja a ese límite? ¿Qué elementos de la película refuerzan la sensación de desmoronamiento mental? ¿Hay algún momento en el que pienses que Nina podría haber detenido su caída?
Confusión entre sueño y realidad
En El Cisne Negro, los espejos son un recurso visual que reflejan un mundo que ya no se distingue del sueño. El delirio, la duda y el deseo se entrelazan. Nina ve dobles de sí misma y siente cómo la fantasía se mezcla con la vigilia.
¿En qué momentos la película juega a propósito con la confusión? ¿Cómo influye el ritmo visual y sonoro en nuestra percepción de lo que es real? ¿Podríamos decir que la película es en sí misma un sueño que no termina?
El coste de la perfección. Una búsqueda que no termina
La historia de Nina es también la historia de un ideal inalcanzable. Cada ensayo, cada paso en el ballet la acerca más a la perfección… pero también a su propia destrucción. La película cuestiona si la perfección es una meta o un espejismo.
¿Qué precio crees que paga Nina por su idea de perfección? ¿Es la perfección posible o siempre será una ilusión? ¿En qué otras áreas de la vida se puede ver esta misma obsesión?
El reflejo de El Lago de los Cisnes en la vida de Nina
La película usa la historia del ballet clásico como un espejo de la transformación de Nina. El cisne blanco y el cisne negro no son solo papeles: son dos caras de su propio yo. La traición, el sacrificio y el final trágico del ballet encuentran su eco en cada movimiento de Nina.
¿Qué parte de la historia del ballet concuerda más con la historia de Nina? ¿Crees que Nina decide su destino como Odette o queda atrapada en él? ¿Cómo se entrelazan mito y realidad en la danza de la película?
La madre, la rivalidad, la noche y los cuerpos
La película también habla de relaciones: la madre que controla, la amiga-rival que tienta, el director que exige más allá de lo razonable. El cuerpo de Nina se convierte en un campo de batalla donde se juega todo esto. La noche en el club y la atracción por Lily son símbolos de esa liberación y del peligro.
¿Qué papel juega la madre en el colapso de Nina? ¿La relación con Lily es una liberación o un paso más en su locura? ¿Qué crees que simboliza la escena en el club y cómo cambia la relación entre ellas?
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
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Continuamos nuestro viaje cinematográfico por los universos oníricos en Un Conejo con Ojo con la magistral Waking life (2001, Richard Linklater). Waking life es una de las películas más provocadoras y filosóficas del cine contemporánea. Waking Life es una experiencia sensorial y reflexiva, un viaje animado a través de los sueños, la conciencia y la identidad. Waking life navega por los sueños como si fuesen un laberinto de ideas en donde en cada rincón hay una conversación existencial. Hablaremos de la conciencia y los sueños luciddos, del libre albedrío y el determinismo, del leguaje y la percepción, de la identidad y el yo, de la evolución de la conciencia, de la muerte y la transcendencia.
Te esperamos este martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para compartir una de las películas más enigmáticas de finales del siglo pasado. Acompáñanos en esta nueva aventura cinematográfica de la mano de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Waking Life es una película americana independiente del año 2001 dirigida por Richard Linkater, conocido por películas como Before Sunrise, Boyhood y Slacker.Richard Linklater es uno de los directores más inquietos e innovadores del cine independiente estadounidense. Waking Life representa una de sus obras más radicales y personales: un ensayo audiovisual sobre la conciencia, los sueños y el sentido de la existencia. Linklater, además de dirigir, escribió el guion y reunió a un grupo de actores y pensadores para crear una experiencia que va mucho más allá de la narrativa tradicional.
Un estilo visual revolucionario: la rotoscopia digital
Waking Life fue pionera en el uso artístico de la rotoscopia digital, una técnica que consiste en filmar con actores reales y luego pintar digitalmente sobre cada fotograma. El resultado es una animación vibrante, psicodélica, fluida y constantemente cambiante, que refleja perfectamente el estado onírico del protagonista.
Esta técnica fue desarrollada específicamente para la película por Bob Sabiston y su equipo, y más tarde sería perfeccionada por Linklater en su película A Scanner Darkly (2006).
El estilo visual no solo es estético, sino profundamente simbólico: refuerza la sensación de inestabilidad, de deslizamiento entre planos de realidad y de percepción alterada.
Reparto
La película no sigue un reparto tradicional, ya que funciona como una serie de encuentros con personajes más arquetípicos o conceptuales que dramáticos. Sin embargo, incluye a varios colaboradores habituales de Linklater, como:
Richard Linklater aparece también interpretándose a sí mismo.
Además, muchos de los personajes son interpretados por filósofos, científicos y profesores reales, lo que da autenticidad a las conversaciones.
Profesores e invitados destacados que aparecen en Waking Life
Profesores e invitados destacados en Waking Life
Robert Solomon – Filósofo de la Universidad de Texas, habla sobre el existencialismo y la pasión por la vida.
Kim Krizan – Escritora y actriz, reflexiona sobre el lenguaje y la conexión humana.
Eamonn Healy – Profesor de Química en la Universidad de St. Edward, explora la evolución de la humanidad y la aceleración del cambio.
David Sosa – Profesor de Filosofía de la Universidad de Texas, cuestiona el libre albedrío y las leyes físicas que rigen nuestra conducta.
Louis Mackey – Profesor de Filosofía en la Universidad de Texas (ya fallecido), medita sobre la diferencia entre la acción y la contemplación, y la condición humana.
Aklilu Gebrewold – Escritor y orador que profundiza en la conciencia y la unicidad de la experiencia.
Caveh Zahedi – Cineasta independiente, conversa sobre la importancia del momento presente y la dimensión espiritual del cine.
David Jewell – Poeta que acompaña a Caveh Zahedi en su conversación sobre “El momento sagrado” (The Holy Moment).
Timothy “Speed” Levitch – Guía turístico y orador excéntrico, expone una visión poética sobre la alienación y la auto-creación.
Alex Jones – Conocido locutor y teórico de la conspiración, aparece hablando sobre control y libertad.
Richard Linklater – El propio director de la película aparece como personaje, reflexionando sobre la naturaleza de los sueños (¡y actuando también!).
Fotografía
Aunque la rotoscopia define el estilo visual, la fotografía original fue filmada en locaciones reales de Austin, Texas. Esta ciudad universitaria se convierte en un escenario simbólico del pensamiento contemporáneo.
Banda Sonora
La banda sonora de Waking Life está compuesta por Glover Gill, con la excepción del Nocturne in E-flat major, Op. 9, No. 2 de Chopin. La interpretación corre a cargo de la Tosca Tango Orchestra, que combina tango, música clásica y sonidos atmosféricos, subrayando el carácter contemplativo y melancólico del film. Liderada por Glover Gill la banda sonora tiene una enorme influencia de la música de Astor Piazolla. También podemos escuchar el tema «The Passenger» de Iggy Pop.
El título de la película Waking Life: La Vida despierta
El título Waking Life se traduce literalmente como “la vida despierta” o “vida en vigilia”. Más allá de la traducción, la película juega con el sentido de estar despierto, no solo físicamente, sino a nivel de conciencia: cuestiona si realmente estamos despiertos o si la vida misma es un sueño que aún no comprendemos.
En España y algunos países de habla hispana, la película se estrenó bajo el título alternativo “Despertando a la vida” el 26 de abril de 2002. Este título hace referencia a una cita del filósofo Jorge Santayana:
«La cordura es una locura que se usa para bien; la vida despierta es un sueño controlado.»
Esta frase refuerza la idea central del film: la frontera difusa entre el sueño y la realidad, y cómo alcanzar la lucidez puede ser una forma de locura positiva que nos ayuda a encontrar sentido.
Jorge Santayana, nacido en Madrid y formado en Harvard, fue un pensador escéptico y materialista que valoraba la experiencia directa de la vida por encima de los dogmas. Es considerado un pensador americano más que español por haber sido profesor en Harvard. Santayana mantuvo una profunda conexión con la cultura española. Su estilo es claro y poético, y su filosofía es muy apreciada por su profundidad y elegancia literaria.
Una pequeña bio del director Richard Linklater
Nacido en 1960 en Houston, Texas, Richard Linklater es un director, guionista y productor de cine estadounidense conocido por su estilo relajado y sus diálogos inteligentes. Su cine explora temas como el paso del tiempo, la identidad y la vida cotidiana.
De entre su cinematografía podemos destacar:
Slacker (1990): Una serie de encuentros y personajes en Austin, Texas, que marcó el comienzo de su estilo.
Dazed and Confused (1993): Una comedia de culto sobre la juventud y la libertad, ambientada en los 70.
Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004) y Before Midnight (2013): Trilogía romántica protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy, sobre el amor, la conexión y el paso del tiempo.
Waking Life (2001): Una exploración onírica y filosófica de la conciencia, creada con animación rotoscópica.
A Scanner Darkly (2006): Adaptación psicodélica de la novela de Philip K. Dick, también usando rotoscopia.
Boyhood (2014): Filmada durante 12 años, sigue la vida de un niño hasta que llega a ser adulto en un retrato único del crecimiento y la familia.
La película se estrenó en enero de 2001 en el Festival de Sundance y llegó a los cines de Estados Unidos en octubre de ese mismo año con un lanzamiento limitado. En España se estrenó en cines el 26 de abril de 2002, aproximadamente seis meses después de su lanzamiento limitado en Estados Unidos el 19 de octubre de 2001. Se mantuvo su nombre original.
Desde entonces, ha cosechado una notable recepción crítica y el reconocimiento de varios festivales y círculos especializados. La puntuación de la peli en Rotten Tomatoes es de 7.4/10, en Metacritic de 82/100 y en FilmAffinity de 7.5/10.
Entre los críticos más entusiastas se encuentra Roger Ebert (Chicago Sun-Times), quien calificó a la película con cuatro estrellas y la describió como “una ducha fría de ideas refrescantes y clarificadoras”, incluyendo Waking Life en su prestigiosa lista de “Grandes películas”.
Lisa Schwarzbaum (Entertainment Weekly) otorgó la calificación “A” y también recibió críticas positivas de Stephen Holden y Dave Kehr (The New York Times). No tan elogiosas fueron las críticas de otros como J. Hoberman (The Village Voice) que la vio como una interminable sesión de charla o de otros como Frank Lovece que la consideraron pedante.
La película ha sido distinguida con premios y nominaciones:
New York Film Critics Circle: Mejor película de animación.
National Society of Film Critics: Mejor película experimental.
Premio CinemAvvenire (Festival de Venecia): Mejor película.
Nominación al León de Oro en Venecia, el premio principal del festival.
Los temas de Waking life
La conciencia y el sueño lúcido
Uno de los hilos conductores de la película es la idea de que el protagonista está atrapado en un sueño del que no puede despertar. Se encuentra con personajes que le hablan sobre los sueños lúcidos y cómo controlarlos, planteando la idea de que la realidad podría ser también un sueño del que aún no hemos tomado conciencia.
“El sueño es el destino más real que tenemos.”
¿Qué nos sugiere la película sobre la relación entre la conciencia y la vigilia? ¿Qué significa para ti la frase “El sueño es el destino más real que tenemos”? ¿Qué relación tiene el control del sueño lúcido con el control de nuestras vidas “despiertas”? ¿Cómo interpretas la búsqueda del protagonista por “despertar de verdad”? ¿Te parece que la película sugiere que la conciencia está más allá de lo físico?
El libre albedrío y el determinismo
En varias escenas, se discute si nuestras acciones están determinadas o si realmente somos libres. Un personaje habla de cómo la mecánica cuántica y la teoría del caos sugieren que la libertad puede estar limitada, mientras otros abogan por una visión existencialista de la responsabilidad personal.
“La decisión de actuar o no actuar ya es una acción.”
¿Crees que en la película se plantea que nuestras decisiones están predeterminadas por leyes físicas o sociales? ¿Qué relación ves entre el determinismo físico (como lo explica el profesor) y la sensación de libertad que experimentamos? ¿El concepto de azar en la mecánica cuántica realmente ofrece libertad o solo es una forma de incertidumbre? ¿Podemos ser verdaderamente responsables de nuestras acciones si todo está determinado? ¿Qué significa para ti encontrar “espacio para la libertad” dentro de un mundo aparentemente gobernado por causas y efectos?
El lenguaje y la percepción
Una mujer reflexiona sobre cómo el lenguaje no solo comunica, sino que construye la realidad. Sin palabras, nuestras experiencias no se fijan, no se entienden, no se comparten. Se cuestiona si realmente podemos comunicar nuestras ideas o si siempre estamos condenados a malinterpretarnos.
“Las palabras son inadecuadas… pero son todo lo que tenemos.”
¿Qué papel tiene el lenguaje en la construcción de nuestra percepción de la realidad en la película? ¿Crees que las palabras pueden expresar toda nuestra experiencia, o hay cosas que quedan fuera del lenguaje? ¿Qué relación ves entre el lenguaje como sistema de símbolos y la imposibilidad de comunicarnos completamente? ¿Cómo conecta la película la percepción sensorial con la idea de un mundo “soñado” o mental? ¿Te parece que el lenguaje, en lugar de acercarnos, a veces nos separa de la experiencia directa y pura?
La identidad y el yo
Un profesor argumenta que el “yo” no es una entidad fija, sino una ilusión narrativa. Nuestro sentido de continuidad es solo una historia que nos contamos, una ficción que nos permite funcionar, pero que no tiene una base sólida en lo real.
“Somos la historia que nos contamos a nosotros mismos.”
¿Qué significa para ti la idea de que el “yo” no es más que una construcción, una narrativa que inventamos? ¿Crees que la película sugiere que el “yo” es fluido y cambiante como un sueño? ¿Cómo se conecta la idea de un “yo” siempre en proceso con el concepto de ser coautores de nuestra propia vida? ¿Qué papel juega la memoria en la construcción de nuestra identidad? ¿Podemos encontrar un “yo verdadero” o siempre estamos interpretando diferentes máscaras y roles?
La evolución de la conciencia
Otro personaje sugiere que estamos en transición hacia un tipo de conciencia superior. La humanidad está evolucionando hacia algo más colectivo, más intuitivo, donde el pensamiento y la materia estarán más alineados.
“Tal vez nos estamos convirtiendo en los medios de una conciencia más grande que está despertando.”
¿Qué te sugiere la idea de que la evolución de la conciencia es un proceso individual y no colectivo? ¿Crees que la película propone que estamos entrando en un nuevo estadio de conciencia? ¿Qué significa para ti la noción de que la conciencia no está fija, sino en constante expansión? ¿Cómo conecta la película la evolución biológica con la evolución de la mente y el espíritu? ¿Qué implica para nosotros la posibilidad de “despertar” a un nivel más profundo de conciencia?
La muerte y la trascendencia
Se plantea que la muerte puede no ser un fin, sino un cambio de plano. En una conversación clave, se habla de la última sinapsis cerebral como un instante infinito, una idea que conecta con tu propia teoría del último pensamiento eterno.
“Quizás cuando morimos, ese instante final se convierte en toda una eternidad.”
¿Cómo interpreta la película la relación entre la muerte y el sueño? ¿Qué sentido tiene para ti la idea de que la conciencia podría continuar después de la muerte, como un “cuerpo de sueño”? ¿Crees que la película propone que la muerte es solo una transición a otro estado de conciencia? ¿Qué papel juega la idea de la trascendencia —de ir más allá del “yo” y de la vida física— en la visión de la película? ¿Te parece que la película encuentra en la muerte un mensaje de esperanza, de continuidad, o de misterio irresoluble?
Banda Sonora de Waking Life
La banda sonora de Waking Life está compuesta por Glover Gill, con la excepción del Nocturne in E-flat major, Op. 9, No. 2 de Chopin. La interpretación corre a cargo de la Tosca Tango Orchestra, que combina tango, música clásica y sonidos atmosféricos, subrayando el carácter contemplativo y melancólico del film. Liderada por Glover Gill la banda sonora tiene una enorme influencia de la música de Astor Piazolla
La banda sonora de Waking Life nos acompaña a lo largo de este viaje onírico y filosófico y la Tosca Tango Orchestra acompaña los diálogos y las secuencias de animación a lo largo de la película de una manera hipnótica. Sus melodías, en particular el tema central —una especie de tango onírico que se repite como un leitmotiv— capturan la sensación de deriva y de búsqueda que recorre la película. A través de sus violines, bandoneones y contrabajos, la banda sonora refuerza la sensación de que la vida y el sueño son un mismo vals interminable.
Además de la Tosca Tango Orchestra, la banda sonora incluye otros temas cuidadosamente seleccionados, como la versión de “The Passenger” de Iggy Pop, que suena en un momento clave. Este contraste entre el tango moderno y el rock crea un puente entre lo clásico y lo contemporáneo, entre lo íntimo y lo expansivo, reflejando así la diversidad de pensamientos e imágenes que habitan Waking Life.
Ideas y pensamientos en Waking Life
En Waking Life no encontramos con grandes ideas que han marcado la historia del pensamiento. Richard Linklater la convierte en un viaje de conversaciones y reflexiones donde cada palabra flotar en este mundo ensoñado.
El mismo título de la película cita a Jorge Santayana, el filósofo que creía que la vida despierta no es otra cosa que un sueño controlado. Su frase late en el título y en la atmósfera del film, que juega constantemente con la frontera entre el sueño y la vigilia.
Aparecen también otros gigantes del pensamiento. Jean-Paul Sartre se cuela en los diálogos sobre la libertad y la responsabilidad que todos tenemos de vivir nuestras propias vidas. Lo mismo ocurre con William James y su visión pragmática de la existencia, y con la melancolía poética de Unamuno que está presente aunque no se mencione directamente.
La película cita nombres como Thomas Mann —cuando se defiende la importancia de participar en la vida antes que describirla— y Benedict Anderson, que habla de la identidad como una historia que tejemos con las palabras y los recuerdos. D.H. Lawrence aparece como un recordatorio de que dos almas pueden encontrarse de verdad en un solo gesto honesto.
En uno de los momentos más profundos de la película, se hace una referencia directa a las ideas de André Bazin, el influyente teórico del cine. Bazin creía que el cine y la fotografía tienen una misión: capturar la realidad, hacer visible lo que está en el mundo de forma concreta y única.
Hay momentos en que la narración se vuelve casi mística. En el monólogo sobre el tiempo, suena la teoría de Philip K. Dick, que nos lleva a pensar que la historia y la vida pueden ser un solo instante repetido. Y en un guiño poético, Federico García Lorca nos recuerda que la vida no es un sueño, sino algo más real y urgente.
El film no se limita a hacer citas cultas. Lo que logra es que estas ideas suenen cercanas, como si cada espectador pudiera reconocerlas en su propia vida. Las palabras de Giacometti y Lady Gregory, las voces de poetas, filósofos y científicos, se convierten en piezas de un mismo rompecabezas.
Waking Life no ofrece respuestas, pero sí la certeza de que preguntar y dudar son actos profundamente humanos. Con la música de la Tosca Tango Orchestra y las imágenes siempre cambiantes, Linklater crea un espacio donde las ideas respiran y se sienten vivas. Un recordatorio de que pensar, soñar y conversar siguen siendo la mejor forma de estar despiertos.
Corrientes filosóficas en Waking Life
Existencialismo
Una de las corrientes más evidentes es el existencialismo. El existencialismo aparece en las reflexiones sobre la libertad, la responsabilidad y el sentido de la vida, ideas que están en los monólogos de filósofos como Jean-Paul Sartre y en la voz de los personajes que rechazan vivir de manera mecánica, como “hormigas”. La película defiende que cada instante puede ser una afirmación de la existencia y de la autenticidad.
Excepticismo y materialismo
También está muy presente el escepticismo y el materialismo, en los pasajes que cuestionan la naturaleza de la realidad: ¿qué nos asegura que lo que percibimos es real? Estas dudas sobre la percepción y la conciencia conectan con la idea de que todo podría ser un sueño, o una ilusión sostenida por la materia y las leyes físicas.
El humanismo, por otro lado, aparece en la reivindicación de la experiencia personal y en el diálogo con el arte, la música y la creación. La película parece decirnos que vivir plenamente es, en sí mismo, un arte.
Espiritualidad y misticismo
Por último, hay una vena espiritual y poética —a veces cercana al misticismo— que recorre toda la obra. Se refleja en la idea de que todo instante tiene algo sagrado y que cada momento puede ser una puerta a lo absoluto, como sugiere la escena de “El momento sagrado”.
En conjunto, Waking Life es como un caleidoscopio donde el existencialismo, el escepticismo, el humanismo y la espiritualidad dialogan en un mismo plano. No ofrece respuestas cerradas, pero sí un espacio para que cada espectador piense y sienta qué significa “estar despierto”.
Resumen de los capítulos de waking life
El camino hacia el conocimiento que nos invita a hacer la película Waking Life tiene veinte paradas, capítulos o escenas que a continuación os damos a conocer.
Sueño y destino
El protagonista juega con dos niños, mientras la música de cuerdas suena: “El sueño es el destino”, dicen.
Anclas a la deriva
Sube a un coche-barco y el conductor le habla de fluir, de no aferrarse a nada: “La vida es estar en constante partida, pero siempre llegando.”
Lecciones de vida
Un profesor de filosofía habla sobre el existencialismo y la responsabilidad. Otra mujer reflexiona sobre cómo el lenguaje surge de nuestra necesidad de conexión.
Alienación
Un hombre habla de cómo la sociedad se alimenta del caos y la violencia, mientras se rocía gasolina y se prende fuego.
Muerte y realidad
Dos amantes conversan sobre la muerte, la conciencia y la reencarnación. Hablan de la memoria colectiva y la conexión universal.
Libre albedrío y física
Un profesor cuestiona la libertad humana bajo las leyes físicas y la incertidumbre cuántica. Otro personaje llama a la rebeldía y la autonomía.
La paradoja del envejecimiento
Dos mujeres comparten cómo, con la edad, sienten más libertad y curiosidad, aunque sus cuerpos cambien.
Ruido y silencio
La voz de un mono proyectado habla sobre la búsqueda de una nueva comunicación, mientras un profesor plantea la pregunta clave: ¿Qué es más universal, el miedo o la pereza?
¿Cuál es la historia?
Un escritor explica que su historia no tiene argumento: solo gestos, momentos y emociones.
Sueños
Se habla de la lucidez y el control de los sueños. “¿Estás soñando?”, pregunta uno. “Si puedes reconocerlo, puedes hacer cualquier cosa.”
El momento sagrado
Dos hombres reflexionan sobre cómo el cine captura el instante real y cómo la vida entera es una sucesión de momentos sagrados.
La sociedad es un fraude
Un grupo de amigos habla sobre romper la hipocresía y la superficialidad del mundo, destruyendo las normas que limitan la autenticidad.
Soñadores
Un hombre con una camiseta de “Free Radio” afirma: “Soñar no está muerto, solo olvidado”. Otro personaje reconoce que todos somos exploradores del infinito.
Hormigas
Un encuentro fortuito se convierte en un momento de verdad: “No quiero ser una hormiga”, dice él. “Quiero ver y ser visto.”
Somos los autores
Un poeta excéntrico proclama: “Somos coautores de este mundo, una novela absurda llena de payasos. La vida es un milagro acumulado momento a momento.”
Conócete a ti mismo
El protagonista habla con otros y consigo mismo, enfrentando la incertidumbre de no saber si está despierto o soñando.
Representación
Mientras la música y el baile envuelven la escena, la voz de Kierkegaard resuena: “Llévame”. La vida se convierte en un espectáculo siempre en movimiento.
Atrapado en un sueño
El protagonista se siente atrapado en un bucle de sueños dentro de sueños. Un amigo le cuenta historias que cuestionan el tiempo y la eternidad.
Despierta
Camina por la calle, flota hacia el cielo y se disuelve en la nada. La frontera entre vigilia y sueño desaparece.
Créditos finales
La música continúa mientras los nombres pasan. Un último vistazo a los estilos de animación y la promesa de que, aunque la película termina, la exploración nunca acaba.
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar. Se puede reservar en entradium en este enlace:
Las invitaciones gratuitas para los socios La reserva gratuita para hacer luego la aportación que se desee a la finalización del coloquio Los que deseen hacer una aportación de 3€ Los que deseen hacer una aportación de 5€
y además debes de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números
La película Waking Life comienza con dos niños —un niño y una niña— que juegan a un sencillo pero misterioso juego de “frog”. Con la voz suave de la niña, la secuencia se convierte en un ritual de adivinación: “Elige un color”. Él responde: “Azul”. Y así, deletrean la palabra lentamente, letra por letra, como marcando el ritmo de un destino que apenas se vislumbra. Después, la niña le pide que elija un número, y luego otro, y uno más. Cada paso es un paso hacia el futuro, contado con la inocencia de un juego, pero cargado de la extraña solemnidad de un oráculo infantil.
Finalmente, tras la última cuenta, la niña recita: “Dream is destiny.” Un susurro que parece resonar más allá del juego, como una verdad que encierra el corazón de la película: el sueño es el destino.
La escena cambia abruptamente. Nos encontramos con la Tosca Tango Orchestra, ensayando en el interior de una casa. El ambiente es relajado, casi doméstico, mientras los músicos afinan sus instrumentos. Se escuchan voces suaves que dan instrucciones: “Rock out. Rock and roll. Go strings. Dig in.” El director pide ajustes sutiles en la interpretación, pidiendo que las cuerdas vibren con una intensidad contenida, un leve temblor que evoca la inestabilidad de lo onírico. Quiere que suenen “ricas” y “ligeramente fuera de tono”, como si la música misma estuviera soñando.
Entre cada indicación y cada nota, la atmósfera se va construyendo: un ensayo musical que parece ser también un ensayo existencial. La música, como los sueños, exige encontrar el equilibrio entre lo afinado y lo incierto. Cada uno de los músicos aporta su parte, y poco a poco, la melodía toma forma.
Así comienza Waking Life: con un juego de niños que revela un destino, y con una orquesta que busca la vibración justa para acompañar el viaje de los sueños. Es un prólogo que anuncia que lo que veremos no será una historia lineal, sino una deriva poética y filosófica, donde cada nota y cada palabra construyen un mapa cambiante de la conciencia.
¡Anclas Arriba!
El segundo capítulo de Waking Life comienza en un aeropuerto, un espacio de tránsito y espera, donde el protagonista —caminando con la calma de quien se ha convertido en un eterno viajero— telefonea a un amigo. Su voz es suave, casi ausente. “Hola, soy yo… acabo de llegar a la ciudad. Pensé que podría molestarte para que vinieras a buscarme… pero bueno, no pasa nada, supongo que tomaré un taxi. Nos vemos luego, supongo.” El tono de la llamada es tan efímero como un susurro: un gesto sin mayor importancia, otra línea inconclusa en su viaje sin destino aparente.
Afuera, frente al aeropuerto, un vehículo imposible —un coche-barco— aparece como surgido de un sueño. El conductor, con la energía y el humor de un personaje sacado de un cuento marítimo, grita: “¡Ahoy, compañero! ¿Te apuntas a este viaje sin rumbo fijo? ¿Quieres subirte y dejarte llevar?” El protagonista, sorprendido pero sin resistencia, acepta la invitación. “Gracias”, dice simplemente. El conductor, con tono alegre, proclama: “¡Anchors aweigh!”, como quien alza el ancla y se lanza a navegar.
Una vez dentro del coche-barco, el conductor filosofa con naturalidad. Habla de su vehículo como una extensión de su personalidad, como una ventana siempre abierta al mundo, donde cada minuto es un espectáculo cambiante. “Puede que no lo entienda”, admite, “puede que ni siquiera esté de acuerdo con ello… pero lo acepto y fluyo.” Su filosofía es la del mar: “El mar no rechaza ningún río.” Habla de mantenerse en constante partida y constante llegada, sin necesidad de presentaciones ni despedidas. Y concluye: “La vida no necesita explicación, sólo ocupantes.”
Sus palabras suenan como un manifiesto para la existencia misma. Habla de la vida como una caja de crayones: puede ser de ocho o de dieciséis, pero lo importante no es el tamaño, sino cómo usamos los colores. Invita a pintar fuera de las líneas, a no quedarse encerrado en los límites. “No me encierres en una caja”, dice. “Estamos en movimiento hacia el océano. No estamos atrapados en la tierra.”
En medio de este discurso poético, el pasajero que viaja junto al protagonista en el asiento trasero interrumpe con un tono de complicidad absurda. Propone un destino al azar: “Sigue tres calles más arriba, gira a la derecha, luego dos bloques y déjalo en la siguiente esquina.” Nadie sabe realmente adónde va. Pero en este mundo onírico, incluso el destino inventado determinará el resto de la vida del protagonista. Entre risas y un bocinazo imaginario —“¡Toot toot!”— la escena concluye.
El protagonista se baja del coche y, de pronto, la fragilidad del sueño se rompe. Encuentra una nota en el suelo que le pide que mire a la derecha. Obedece, y de inmediato es golpeado por un coche. Despierta entonces a otro nivel de conciencia, o tal vez a otro sueño. Recupera el color, se viste, come algo apresuradamente y asiste a clase. El profesor de filosofía ya está hablando, como si la vida misma continuara fluyendo sin interrupciones, llevándolo de un lugar a otro sin darle tiempo a preguntarse si está despierto o sigue soñando.
Well I don’t know either, but it’s somewhere, and it’s going to determine the course of the rest of your life. All ashore that’s going ashore. Ha ha ha ha ha. Toot, toot.
Lecciones de vida
En el capítulo titulado “Lecciones de vida”, la película abandona el ensueño puro para adentrarse en la reflexión filosófica, a través de tres figuras que encarnan distintas perspectivas sobre la existencia y el progreso humano.
Primero, vemos a un profesor de filosofía —Robert Solomon— hablando apasionadamente ante sus estudiantes. Sus palabras son una defensa encendida del existencialismo, no como una curiosidad académica o una moda francesa más, sino como una propuesta urgente y necesaria para el nuevo siglo. Él denuncia que la vida moderna parece haber olvidado las virtudes fundamentales: vivir con pasión, asumir la responsabilidad de quienes somos y, sobre todo, sentirnos bien por el mero hecho de estar vivos. Insiste en que el existencialismo no es un canto a la desesperación, como muchos creen, sino todo lo contrario: un grito de libertad, una celebración de la fuerza con la que cada persona puede esculpir su destino. Para Solomon, hablar de responsabilidad no es una abstracción: es un asunto concreto, cotidiano, el acto de decidir y aceptar las consecuencias. Aunque haya seis mil millones de personas en el mundo, lo que cada uno hace marca una diferencia. En el fondo, su mensaje es claro y directo: nunca debemos renunciar a la idea de que somos autores de nuestra vida, no víctimas de las circunstancias.
La escena cambia para mostrarnos a una mujer —Kim Krizan— hablando con calma en el interior de una casa. Su reflexión gira en torno a la creación y el lenguaje. Ella ve la creatividad no como un acto de perfección, sino como un fruto de la frustración y el esfuerzo. El lenguaje, dice, nació de esa necesidad de romper la soledad, de tender un puente entre seres humanos aislados. Al principio, fue simple: palabras como “agua” o “tigre dientes de sable detrás de ti” surgieron de la pura necesidad de sobrevivir. Pero cuando el lenguaje se convierte en un medio para expresar lo intangible —el amor, la ira, la tristeza— se vuelve mucho más complejo y poético. Ella reconoce la paradoja: las palabras son inertes, símbolos que no pueden abarcar toda la riqueza de lo que sentimos. Y sin embargo, en esos momentos en que logramos conectar, cuando creemos que nos entienden de verdad, surge una comunión casi espiritual. Aunque sea fugaz, dice, ese instante de conexión es, quizás, lo que da sentido a la vida.
La última voz de este capítulo es la de un hombre intensamente gesticulante frente a un acuario: el profesor de química Eamonn Healy. Su mirada es mucho más amplia, casi cósmica. Traza un mapa vertiginoso de la evolución humana, desde los primeros organismos hasta la era industrial. Muestra cómo los procesos de evolución se han ido acelerando, como si el tiempo mismo se contrajera, y sugiere que ahora, en nuestra era, la nueva evolución se manifestará dentro de nuestra propia vida. Esta nueva etapa no está dictada por el azar biológico, sino por la fusión del conocimiento: la inteligencia artificial y la biología molecular. Ya no hablamos de un proceso pasivo, donde el individuo es solo un peón, sino de una evolución centrada en el individuo, impulsada por sus deseos y necesidades. Imagina así al “neo-humano”, una entidad con una conciencia ampliada, capaz de existir más allá de las limitaciones del tiempo y el espacio.
El profesor sueña con un futuro en el que las viejas manifestaciones de la evolución —la guerra, la moralidad impuesta, el dominio y la explotación— sean relegadas a un pasado distante. En su lugar, vislumbra una humanidad renovada, donde la verdad, la justicia y la libertad sean las nuevas señas de identidad. Es un momento de esperanza: un sueño en el que el individuo no está atrapado en la evolución, sino que se convierte en su autor.
Así, este capítulo se convierte en un mosaico de lecciones de vida: la pasión y la responsabilidad, la poesía y las limitaciones del lenguaje, la promesa de una conciencia que trascienda los límites del presente. Cada palabra, cada gesto y cada reflexión construyen un coro polifónico que late en el corazón de Waking Life: un llamado a no renunciar nunca a la idea de que somos, siempre, más grandes que nuestras circunstancias.
Alienación
En el capítulo titulado “Alienación”, la atmósfera de la película se sumerge en una sensación inquietante y casi surrealista. El protagonista entra en una casa vacía y silenciosa. Se quita los zapatos, como si quisiera dejar fuera todo vestigio de la rutina cotidiana, y se recuesta en la cama. Toma un libro entre sus manos, pero al abrirlo descubre que sus páginas están en blanco, como si en ese mundo de sueños ni siquiera las palabras pudieran anclarlo a algo sólido.
Mira su despertador, pero los números no son números, sino figuras danzantes, retorcidas, incapaces de formar un tiempo comprensible. Se echa hacia atrás y, envuelto por un susurro de viento que recuerda al sonido del mar, comienza a flotar. Su cuerpo trasciende las paredes de la habitación, atraviesa el techo, y vuela por encima de los suburbios, como un espíritu que ha abandonado toda atadura física.
Luego la escena cambia y lo vemos caminando por la calle junto a un hombre que sostiene una lata de gasolina —un hombre que parece encarnar la voz del desarraigo. Sus palabras son un monólogo oscuro, una confesión que corta como un cuchillo: “Un hombre autodestructivo se siente completamente alienado, absolutamente solo. Piensa: ‘Debo estar loco’. Pero lo que no comprende es que la sociedad misma comparte con él un interés profundo por las pérdidas y las catástrofes.”
El hombre habla de cómo guerras, hambrunas, inundaciones y terremotos no son solo desgracias accidentales: cumplen necesidades bien definidas, alimentan un deseo de caos que habita en cada ser humano. Habla de la fascinación orgiástica que todos sentimos ante la destrucción, aunque el discurso oficial —la prensa, la política— se empeñe en disfrazarlo como tragedias humanas que lamentar. “Pero todos sabemos”, dice con voz dura, “que la función de los medios no es eliminar los males del mundo, sino convencernos de aceptarlos y aprender a vivir con ellos.”
Mientras caminan, el hombre, con un tono cada vez más desesperado, denuncia cómo el sistema ofrece solo falsas opciones: la ilusión de elegir entre un “títere de la derecha” o un “títere de la izquierda”, dejando al individuo en la impotencia de la pasividad. Él mismo se siente al borde de estallar, de transformar su alienación en un grito.
De pronto, sin previo aviso, decide que es hora de dejar que su insatisfacción y su rabia encuentren su forma más brutal. Con determinación trágica, se rocía de gasolina, como un profeta en llamas, y enciende el fuego que lo consume en un instante. Su cuerpo se convierte en antorcha y, en un acto de desesperación absoluta, expresa su repudio a un mundo que lo ha dejado sin voz.
La cámara no juzga, no explica. Solo observa este sacrificio autodestructivo como un símbolo del límite último de la alienación. Una escena breve pero devastadora, que deja al espectador con la inquietud de saber si el protagonista está presenciando un sueño, una metáfora o la verdad más dolorosa de todas: que la alienación puede llevar a la autoinmolación, como un grito contra el vacío.
Muerte y realidad
El capítulo titulado “Muerte y Realidad” nos lleva a un espacio íntimo y profundo: una cama compartida por una pareja, interpretada por Julie Delpy y Ethan Hawke. Sus cuerpos están juntos, pero sus pensamientos navegan a través de las dimensiones del tiempo y la muerte. Ella confiesa que a menudo siente que está observando su propia vida desde la perspectiva de una anciana a punto de morir. Como si cada instante de su vida despierta fueran, en realidad, los recuerdos de esa mujer que se despide del mundo.
Él la escucha con ternura y comparte la curiosa idea de Timothy Leary, quien decía que en el momento de morir, cuando el cuerpo se apaga pero el cerebro sigue vivo durante esos últimos seis a doce minutos, se produce una prolongación casi infinita de la conciencia. Como si un solo segundo de la mente soñadora se convirtiera en un océano de tiempo, en el que cabe toda una vida. Ella sonríe: “Eso explicaría por qué a veces, en un solo minuto de sueño, vivimos horas enteras de belleza e intensidad”. Y así, se preguntan si en ese instante final, todos los recuerdos, todas las experiencias, vuelven a la conciencia como un último y eterno viaje.
La conversación deriva hacia la reencarnación y la memoria colectiva. Ella cuestiona las fantasías de grandeza que a menudo acompañan la creencia en la reencarnación: “Todos dicen que fueron Cleopatra o Alejandro Magno… Pero seguro que la mayoría de nosotros no fuimos más que simples mortales”. Él ríe y plantea que quizás la reencarnación no es más que una expresión poética de la memoria de la especie. Habla de un artículo científico que explica cómo cada ser humano nace con un legado de mil millones de años de memoria ancestral, y cómo eso se manifiesta en instintos, en esa sensación de conexión misteriosa con algo mayor.
Ella asiente, fascinada por la idea de que existe una especie de comunión telepática entre todos nosotros. Como si las grandes ideas no surgieran de la nada, sino que flotaran en un mar de pensamientos compartidos, listas para ser pescadas por mentes afines en distintos rincones del mundo. Juntos evocan el estudio de los crucigramas: un experimento que demostró que, una vez que las respuestas están ahí afuera, incluso las personas aisladas parecen poder sintonizar con ellas, como si la conciencia colectiva fuera un océano al que todos pertenecemos, lo sepamos o no.
Pero la escena siguiente corta de golpe esta atmósfera de calma y misterio. Vemos a un hombre de rostro enrojecido, encerrado en una celda. Su voz es un torrente de odio y resentimiento. Grita amenazas violentas contra sus enemigos imaginarios o reales: jueces, psiquiatras, cualquiera que él crea responsable de su encierro. Su monólogo es un vómito de rabia, fantasías de tortura y venganza que dibujan un retrato aterrador de la alienación más extrema. Habla de agujas en los tímpanos, cigarros ardiendo en los ojos, plomo fundido, párpados arrancados. Su discurso no deja lugar a la duda: está atrapado en un infierno personal de odio y violencia, donde la única realidad posible es la del dolor y la destrucción.
Así termina este capítulo, oscilando entre la ternura filosófica y el delirio violento. Como si la película nos recordara que, entre la serenidad de la aceptación de la muerte y la furia de los que no logran hacer las paces con ella, se extiende el ancho espectro de lo humano. Un recordatorio de que, en el sueño de la vida y la muerte, caben todas las voces: las que buscan sentido, las que anhelan conexión y también las que gritan desde la más oscura soledad.
Libre albedrío y física
En el capítulo titulado “Libre albedrío y física”, la película nos invita a entrar en un territorio que une ciencia, filosofía y política, y que late con la eterna pregunta: ¿Somos realmente libres?
Comienza en la oficina de un profesor de filosofía —David Sosa— que expone con serenidad y profundidad las paradojas de nuestra comprensión contemporánea del mundo. Habla de cómo, en este nuevo siglo, la ciencia parece haber reemplazado a Dios, dándonos leyes físicas tan precisas que gobiernan cada partícula del universo, incluyéndonos a nosotros. Somos —dice con voz calmada— sistemas físicos complejos, estructuras de carbono y agua, y cada gesto, cada pensamiento, está sometido a las mismas leyes químicas y eléctricas que rigen las estrellas. Así, la libertad parece quedar fuera de la ecuación: ¿es la historia de nuestras vidas algo más que el eco inevitable de la gran explosión inicial?
El profesor reconoce que podríamos tratar de olvidar el problema, descartarlo como una cuestión sin respuesta, pero insiste en que el enigma del libre albedrío no desaparece: nos persigue porque somos personas, no solo cuerpos. Porque sin libertad, no hay responsabilidad, ni culpa, ni admiración, ni dignidad. Al final, su voz parece vacilar entre la certeza científica y la necesidad humana de creernos capaces de elegir.
La escena cambia bruscamente: ahora escuchamos a un hombre con un megáfono —Alex Jones— conduciendo por las calles y gritando con furia y pasión libertaria. Su discurso es un torrente de acusaciones contra el sistema, un llamado a la rebelión contra la alienación y el control masivo. “¡Es hora de despertar!”, clama. Denuncia las falsas dicotomías políticas, los títeres de siempre —demócratas o republicanos— que solo perpetúan la esclavitud. Su grito es el eco de un espíritu que se niega a someterse, una chispa de insurrección que arde contra la manipulación y la resignación.
La película nos lleva después a un anciano —Otto Hofmann— sentado ante una mesa. Su voz es serena y casi susurrante. Habla de la liberación del espíritu, de cómo la voluntad de la nada es el mayor enemigo que enfrentamos. Para él, decir “sí” a un instante de vida es decir “sí” a toda la existencia. Cada afirmación se convierte en una cadena que crece sin límite, transformando la nada en un canto de plenitud.
Finalmente, un escritor afroamericano —Aklilu Gebrewold— ofrece una reflexión que eleva el diálogo a un plano casi místico. Habla de la mente como un instrumento de representación y exploración, y de cómo estamos viviendo un momento histórico donde las experiencias en los límites —las zonas de frontera de la conciencia— se están convirtiendo en norma. A través de la aceptación de la diversidad y la multiplicidad, podemos vislumbrar la profunda unidad que las conecta. Habla de la emergencia de una nueva mente, una conciencia que aún está por nacer y que, en su radical subjetividad, se abre a la objetividad infinita del cosmos.
Para él, cada historia es única, pero a la vez forma parte de la gran historia universal. Cada acto deja una huella en el tejido del universo, y cada uno de nosotros es a la vez un instante singular y una nota en la sinfonía de la vida cósmica.
Así, este capítulo se convierte en un tapiz de voces: la razón filosófica que enfrenta los límites del determinismo, la rabia política que rechaza las cadenas, la serenidad espiritual que afirma la existencia y la voz poética que canta la comunión de todas las cosas. Waking Life no ofrece respuestas definitivas, pero nos deja flotando en ese espacio donde la física y la libertad se rozan —y donde, tal vez, podemos encontrar un camino para que la voluntad de ser no sea solo un espejismo.
La paradoja del envejecimiento
En “La paradoja del envejecimiento”, la película nos lleva a una escena cotidiana y a la vez llena de profundidad: dos mujeres almuerzan juntas, conversando con una calma y una complicidad que solo puede nacer de la madurez. Mientras saborean su comida, reflexionan sobre esa sensación tan extraña que trae el paso del tiempo.
Una de ellas describe cómo el tiempo se disuelve en partículas que se mueven a toda velocidad. “A veces siento que soy yo quien va rápido”, dice, “otras veces siento que es el tiempo… pero nunca los dos al mismo tiempo”. La otra asiente, comprendiendo de inmediato la paradoja: aunque, técnicamente, están más cerca del final de sus vidas que nunca, ahora más que nunca sienten que tienen todo el tiempo del mundo. Cuando eran jóvenes —recuerdan— había una especie de prisa desesperada, una necesidad de certezas, como si la vida fuera un camino con un final que debían alcanzar cuanto antes.
Recuerdan cómo de jóvenes pensaban que, llegado cierto punto —quizás en los treinta y tantos— todo se estabilizaría y terminaría de acomodarse. “Como si al llegar a una especie de meseta, todo crecimiento se detuviera, incluso la emoción misma”, confiesa una de ellas. Pero, afortunadamente, la vida no resultó así. Al contrario: lo que antes parecía un destino fijo se convirtió en un paisaje siempre cambiante, empujado por la curiosidad interminable que, creen, es la mejor cualidad de ser humano.
Entonces, una de ellas menciona una idea del pensador Benedict Anderson sobre la identidad. Explica que cuando miramos una foto de cuando éramos bebés, ese niño pequeño y extraño solo se convierte en “nosotros” porque tejemos una historia que conecta ese instante con quienes somos hoy. “Éste era yo cuando tenía un año… luego tuve el pelo largo, nos mudamos a Riverdale, y ahora aquí estoy”. Así, para poder reconocernos en el pasado y darle sentido a nuestra identidad, tenemos que inventar un relato, una ficción que da continuidad a lo que, en realidad, es un flujo sin principio ni fin.
La otra mujer reflexiona sobre esa extrañeza: nuestras células se regeneran completamente cada siete años. En un sentido literal, somos cuerpos totalmente nuevos varias veces a lo largo de una vida. Sin embargo, seguimos siendo nosotros mismos, inconfundibles, como si hubiera algo esencial que no se regenera ni se disuelve.
El capítulo concluye en ese punto de quietud: un instante de comunión entre dos mujeres que, con la serenidad de la madurez, comprenden que la vida no tiene un final claro ni un único destino. Más bien, la existencia es un relato que se construye a cada paso, un relato en el que siempre somos, paradójicamente, los mismos y a la vez completamente nuevos.
Ruido y silencio
El capítulo “Ruido y silencio” comienza con una imagen desconcertante y cargada de ironía: un chimpancé sentado junto a un proyector, convertido en un improbable maestro de ceremonia. Las palabras “RUIDO Y SILENCIO” aparecen en la pantalla mientras la voz —serena y poética— del narrador comienza a desgranar un manifiesto: “Nuestra crítica empezó como empiezan todas las críticas: con la duda. Y la duda se convirtió en nuestra narrativa.”
El tono es el de un manifiesto de rebelión y búsqueda. Habla de cómo sus gestos, sus acentos y sus miradas representaban la negación del mundo antiguo y la tentativa de un nuevo relato. Sus vidas creaban una situación inesperada y subversiva, como una microsociedad clandestina en el corazón de una sociedad que los ignoraba. El arte no era un fin, sino un método: un modo de encontrar su ritmo propio y los deseos enterrados de su tiempo. Lo que buscaban no era tanto la obra de arte como la posibilidad de una comunicación auténtica, aunque siempre se desvaneciera, como un espejismo. Y aun así, impulsados por el deseo de no aceptar lo establecido, seguían llenando los silencios con sus fantasías, temores y anhelos. Porque aunque el mundo se les presentara vacío y degradado, sabían que todo seguía siendo posible: con las circunstancias adecuadas, un mundo nuevo era tan probable como uno viejo.
La escena se cierra con un toque de absurdo poético: el chimpancé devora sus propias notas, la pantalla anuncia “COMENZAR DE NUEVO… DESDE EL PRINCIPIO” y un rostro juvenil parpadea en la pantalla, mientras la película se agota en el proyector y la luz titila antes de desvanecerse. Un acto de autodevoración que evoca la fragilidad de cualquier intento de verdad o comunicación.
Luego, la película se traslada a un bar tranquilo donde el protagonista comparte un momento con un hombre mayor —un profesor de filosofía de voz suave y mirada sabia. Habla con la lucidez de quien ha pensado mucho en las paradojas de la vida. “En este mundo hay dos clases de sufrientes: los que sufren por falta de vida y los que sufren por un exceso de vida.” Él mismo se sitúa en la segunda categoría, como quien lleva la existencia en la sangre, demasiado intensa y sin reposo.
Reflexiona sobre la humanidad y sus límites, diciendo que, en el fondo, la mayor parte de las acciones humanas no son más que una repetición de la conducta animal, apenas mejorada por las tecnologías y las herramientas que creamos. Su ironía se vuelve mordaz: “Lo máximo que logramos es llegar al nivel de un super-chimpancé.” Y luego lanza una idea aún más radical: la brecha entre un genio como Platón o Nietzsche y el ser humano promedio es mucho mayor que la que separa al chimpancé de cualquiera de nosotros.
Se pregunta, con un dejo de melancolía, por qué tan pocas personas alcanzan ese nivel de plenitud, ese “reino del verdadero espíritu”. ¿Por qué la historia de la humanidad no es un relato de progreso, sino un interminable sumar de ceros? Incluso los antiguos griegos, dice, hace tres mil años ya estaban tan avanzados como nosotros. Su mirada crítica no es nostalgia, sino un reto: “¿Qué es lo que nos detiene? ¿Qué impide que alcancemos nuestro verdadero potencial?”
La respuesta, concluye, está en una pregunta aún más profunda: ¿cuál es la característica humana más universal? ¿El miedo o la pereza? Una pregunta que resuena como un eco incómodo en la mente del espectador, invitando a mirar dentro de uno mismo y reconocer las cadenas invisibles que atan nuestras vidas.
Así, este capítulo se mueve entre la sátira poética del chimpancé-filósofo y la confesión lúcida de un pensador veterano, entre la duda y la certeza de que todo empieza —y termina— con el coraje o la renuncia a ser más de lo que somos.
¿Cuál es la historia?
En el capítulo titulado “¿Cuál es la historia?”, la película nos ofrece un mosaico de escenas que, a pesar de su diversidad, parecen hiladas por un mismo hilo invisible: la búsqueda de sentido en la narración, en la vida misma.
La primera escena es un diálogo íntimo y poético entre un chico y una chica que comparten café en lo que podría ser una librería o un bar. Él escribe una novela, pero cuando ella le pregunta “¿Cuál es la historia?”, la respuesta desconcierta y fascina: “No hay historia. Solo gente, gestos, momentos, ráfagas de éxtasis, emociones fugaces. En resumen, las historias más grandes jamás contadas”. Ella sonríe, intrigada, y pregunta si él mismo forma parte de esa historia. Él responde, dudoso: “No lo creo. Pero al mismo tiempo, la leo y la escribo”. Una confesión que encapsula el espíritu de Waking Life: el narrador y el narrado, la vida y la ensoñación, se confunden.
La película salta entonces a un bar donde un hombre —interpretado por Steven Prince— relata con crudeza una historia de violencia. Describe cómo, en una gasolinera en medio del desierto, enfrentó a un ladrón que lo amenazó con un cuchillo de doce pulgadas. Recuerda cada detalle con la intensidad de quien revive la escena: la mirada llena de odio del asaltante, la sensación de que la vida se reducía a ese instante. Cuando el atacante irrumpe en la oficina, él reacciona instintivamente: dispara con un revólver que el dueño guardaba detrás de la caja registradora. El hombre cae herido, pero se levanta todavía empuñando el cuchillo, como un espectro de muerte. En medio del shock, Steven descarga el revólver una y otra vez, empujado por el miedo y la certeza de que no había otra salida.
La historia culmina con una especie de ritual de poder. El narrador muestra el revólver como un talismán de supervivencia y concluye con un brindis oscuro: “Una población bien armada es la mejor defensa contra la tiranía”. Pero el tono se vuelve todavía más grotesco: el camarero lo reta a disparar y, en un instante de brutalidad surrealista, ambos terminan matándose mutuamente. La sangre se extiende en la pantalla, roja e implacable, como un recordatorio de que incluso las historias más banales pueden desembocar en tragedia.
La película cambia nuevamente de registro: el protagonista se despierta y, como tantas veces antes, llama a un amigo para contarle su sueño, como si la línea entre la vigilia y la fantasía se hubiera disuelto del todo. Después, se sienta ante el televisor y cambia de canal compulsivamente. Fragmentos de programas inconexos pasan ante sus ojos: rodeos, vendedores de sombreros, filósofos que rechazan la salvación futura y aceptan la perfección imperfecta del presente. Brujas, insectos, luciérnagas, presentadores que hablan de sueños lúcidos y de viajes astrales. Un canal tras otro, una voz tras otra, como si el universo entero se descompusiera en un zapping infinito.
En medio de este collage, surge una voz que lo define todo: “Un solo ego es un punto de vista absurdamente estrecho para contemplar esta experiencia. Mientras la mayoría considera su relación con el universo, yo contemplo las relaciones de mis distintos yoes entre sí”. Una declaración de identidad múltiple, que resume la esencia de la película: cada instante, cada fragmento, es parte de un todo mayor, inabarcable, y solo podemos intuirlo en destellos.
Así, este capítulo es un canto a la fragmentación y la unidad, a la imposibilidad de encerrar la vida en una sola historia. Porque en cada gesto, en cada palabra, en cada sueño, se esconde —o se revela— el relato más grande jamás contado.
Sueños
En el capítulo titulado “Sueños”, la película se adentra en el corazón de lo onírico: no solo como un tema, sino como un universo en sí mismo. El protagonista entra en un edificio blanco, bañado por la luz de vitrales de colores, y se encuentra con un hombre sentado en una silla. El hombre lo saluda con una sonrisa y comienza a hablar de los sueños como si fueran tan reales —o tan ilusorios— como la vigilia. Dice: “Los sueños son reales mientras duran. Pero… ¿no se podría decir lo mismo de la vida?”. Se describe a sí mismo como un explorador del mundo onírico, un oneironauta, dedicado a cartografiar la relación entre mente y cuerpo en ese estado donde la conciencia se libera.
Explica cómo, en la vigilia, nuestro sistema nervioso bloquea la vividez de los recuerdos para no confundirlos con percepciones reales. Es un mecanismo de supervivencia, un modo de evitar que una imagen mental —como la de un depredador— nos haga huir cada vez que la recordamos. Pero en los sueños, esas inhibiciones se disuelven: la mente crea mundos tan vívidos que apenas se distinguen de la realidad. La frontera se borra y los sueños se convierten en otro territorio de experiencia.
La escena cambia a un hombre con un ukelele, que canta y reflexiona con una sonrisa cómplice. Recuerda a un amigo que le dijo: “El peor error que puedes cometer es pensar que estás vivo cuando en realidad estás dormido en la sala de espera de la vida”. Para él, el secreto está en fusionar las habilidades racionales de la vigilia con las infinitas posibilidades del sueño. Si puedes hacer eso, dice, puedes lograr cualquier cosa. Recuerda cómo después de un largo día de trabajo miserable, se acuesta, cierra los ojos y de pronto se despierta dándose cuenta de que todo había sido un sueño. Lo más inquietante, concluye, no es solo vender tu vida despierta por un salario mínimo, sino regalar también tus sueños de forma gratuita.
Más adelante, el protagonista encuentra a otro amigo sentado en una silla, como un guía en este mundo de ensoñación. Él se llama a sí mismo “el lubricador social del mundo de los sueños”, alguien que ayuda a los demás a alcanzar la lucidez y alejarse del miedo y la ansiedad. Hablan del concepto de los sueños lúcidos: esa capacidad de darse cuenta de que estás soñando y, por lo tanto, poder controlar el flujo de tu propio universo onírico. “El truco”, explica su amigo, “es preguntarte: ‘¿Estoy soñando?’ La mayoría de las personas nunca lo hace, ni despiertas ni dormidas, y por eso terminan caminando dormidos por la vida o soñando despiertos sin darse cuenta”.
Comparten consejos prácticos y fantasías: la dificultad de leer relojes o letras pequeñas en los sueños, la imposibilidad de ajustar los niveles de luz. Pero lo que realmente importa no es comprobar si se está soñando, sino atreverse a explorar esos territorios. “Puedes volar, hablar con Albert Schweitzer, tener cualquier clase de sexo que imagines… Lo único que no puedes hacer es apagar o encender la luz”. Y aún así, eso no importa: porque en los sueños lúcidos, lo ilimitado no tiene fronteras.
Antes de despedirse, su amigo revela su proyecto más ambicioso: “visión de 360 grados”, la capacidad de ver en todas direcciones al mismo tiempo. El protagonista sonríe y se despide. Mientras se aleja, enciende y apaga un interruptor de luz varias veces, pero la luz permanece inmutable. Su amigo encoge los hombros, como diciendo: “¿Ves? Estás soñando”.
Flotando sin esfuerzo, el protagonista avanza hacia el siguiente fragmento de este viaje. Cada encuentro, cada confesión, lo deja con la certeza de que la vida y el sueño son dos caras de la misma moneda. En ese reino onírico, las posibilidades se expanden más allá de cualquier límite, y la verdadera libertad reside en reconocer que, incluso dormidos, podemos crear nuestros propios mundos.
El momento sagrado
En “El momento sagrado”, la película nos lleva a un cine donde vemos a dos hombres —un cineasta y un poeta— conversando en la pantalla como si fueran reflejos vivos de nuestra propia búsqueda. Uno de ellos reflexiona sobre la naturaleza esencial del cine: “El cine, en su esencia, no es contar historias como lo hace la literatura, sino reproducir la realidad misma.” Habla de cómo las películas no deberían ser prisioneras de los guiones, de los relatos lineales, sino que deberían ser un registro de lo que es, de lo que existe en ese momento único y fugaz.
Cita a Bazin, el crítico de cine que creía que el cine, como la fotografía, no es solo un medio para narrar, sino una manera de capturar la encarnación misma de la realidad. Para Bazin, la cámara es como un testigo divino, capaz de registrar cada instante como un destello del rostro siempre cambiante de Dios. Así, cada fotograma se convierte en una pequeña manifestación sagrada: la mesa, el otro, uno mismo. La cámara no captura una historia: captura la presencia. Y la presencia, cuando se revela, es sagrada.
Hablan de cómo Hollywood traiciona ese potencial al convertir el cine en un simple vehículo para adaptar historias, buscando actores que encajen en los papeles como si la vida fuera un casting continuo. Pero para ellos, el verdadero cine no debería ser esclavo del relato, sino surgir del momento. “El mejor cine no nace del mejor guion —dicen— sino del instante que se revela como sagrado.”
Ese momento es lo que ellos llaman “el momento santo”. Y no es algo que dependa de una historia grandiosa o de un clímax dramático: es el ahora, el instante que vivimos. “Nosotros caminamos por el mundo como si algunos momentos fueran sagrados y otros no”, lamentan. “Pero este momento… es santo.” Y si el cine logra enmarcarlo para que lo veamos, entonces se convierte en una sucesión de momentos sagrados: instante tras instante.
Deciden entonces probarlo, tener un momento santo juntos. Dejan de hablar y simplemente se miran a los ojos. El silencio es profundo, cargado de emoción contenida. Todo parece detenerse mientras se contemplan mutuamente, como si por un instante hubieran logrado ver la santidad del otro. Uno confiesa que, para él, esa santidad lo conmueve tanto que a veces no puede evitar llorar. El otro lo escucha con ternura y dice: “Podrías reír también, no solo llorar.” Pero él insiste: “Es que… yo tiendo a llorar.”
Reflexionan sobre las capas de la realidad: el momento sagrado, la conciencia de estar viviéndolo, el personaje que interpreta la experiencia… y la experiencia misma. Todo se superpone como una espiral de presencia y representación. Uno de ellos se pierde y regresa a ese momento, reconociendo la dificultad de sostenerlo, pero también la belleza de poder vislumbrarlo, aunque sea por un segundo.
Mientras siguen mirándose, sus cuerpos se disuelven y se transforman en nubes: figuras etéreas que flotan en el aire, fundidas en la blancura del instante. Es como si la película misma —y nosotros con ella— abandonara la materia para entregarse a la pura posibilidad del ser. Así, el cine se convierte en un acto de fe y de comunión, y la vida entera se revela como un instante sagrado, siempre disponible para quien se atreva a detenerse y mirar.
La sociedad es un fraude
En el capítulo titulado “La sociedad es un fraude”, la película nos presenta a cuatro hombres que caminan juntos por la calle, compartiendo un manifiesto de palabras encendidas y pensamientos radicales. Sus frases son como un himno a la revuelta y la subversión: “Si el mundo que se nos obliga a aceptar es falso y nada es verdadero, entonces todo es posible.” Sus voces se funden en un canto de rebelión contra una sociedad que sienten impostora y vacía.
Hablan de cómo, en el camino hacia lo que amamos, nos enfrentamos a todo aquello que odiamos: los muros que la sociedad levanta para que nunca lleguemos a lo que de verdad deseamos. Desprecian la comodidad que se vende en el mercado, porque saben que para los espíritus inquietos nunca será suficiente. Su voz es la de quienes quieren desgarrar los símbolos y las voces del poder: cortar las cuerdas vocales de cada orador empoderado, arrancar los iconos sociales del espejo en el que todos nos miramos, devaluar la moneda con la que la sociedad compra la obediencia de las almas.
Para ellos, la sociedad no es solo una estructura corrupta, sino un fraude tan absoluto y voraz que exige ser destruido, hasta que ni la memoria pueda recordarlo. Prometen llevar gasolina allí donde arda el fuego, interrumpir la continuidad de la vida cotidiana y desafiar las expectativas que la normalidad nos impone. “Vivir como si algo dependiera realmente de nuestras acciones” —proclaman— para romper el hechizo de la ideología del consumo, para permitir que emerjan los deseos auténticos que la sociedad nos obliga a reprimir.
Quieren demostrar el abismo que separa lo que es la vida de lo que podría ser. Se entregan al vértigo de la acción, con la certeza de que en esa inmersión en el olvido —en el puro hacer— se encuentra el sentido: intercambiar amor y odio, vida y muerte, terror y redención, sin reservas ni remordimientos. La suya es una afirmación de libertad tan absoluta y sin restricciones, que equivale a la negación total de toda forma de esclavitud y limitación.
En su caminar encuentran a un anciano encaramado a un poste telefónico. “¿Qué haces ahí arriba, viejo?”, preguntan con sorna. “No estoy seguro”, responde él, indiferente. Ellos lo miran y uno sentencia: “Es todo acción y nada de teoría. Nosotros somos pura teoría y nada de acción.” Una confesión amarga, que revela la grieta entre la palabra y el acto.
Más adelante, ven a otro anciano sentado en un banco, con un aire de tristeza y derrota. Lo llaman “señor Debord” —en un guiño al pensador Guy Debord, crítico de la sociedad del espectáculo— y le preguntan por qué está tan abatido. Él murmura que lo que falta parece irrecuperable, que la incertidumbre extrema de vivir sin someterse al trabajo vuelve necesarias las excesos y definitivas las rupturas. Cita a Stevenson para expresar la desesperanza: “El suicidio se llevó a muchos. El alcohol y el diablo se encargaron de los demás.”
Así, este capítulo es un lamento y un grito: una denuncia de la mentira en la que vivimos, pero también un canto a la posibilidad de redención a través de la rebeldía. Porque incluso cuando la sociedad parece un fraude irreparable, el deseo de vivir con intensidad y de afirmar la libertad persiste como una llama, lista para incendiar todo lo que no es verdadero.
Soñadores
En el capítulo titulado “Soñadores”, la película nos transporta a un mundo suspendido entre lo real y lo onírico. Vemos al protagonista caminando junto a unas vías del tren, mientras un tren avanza a su lado como un símbolo de movimiento constante, de viaje interior. De pronto, un hombre salta del tren con una camiseta que dice “Radio Libre”. Su voz es como un susurro y una declaración al mismo tiempo: “¿Eres un soñador?”, pregunta.
“Sí”, responde el protagonista.
El otro asiente, con una mirada cómplice: “Hace tiempo que no veo a muchos soñadores. Dicen que soñar está muerto, que ya nadie lo hace. Pero no está muerto… sólo se ha olvidado. Se ha borrado de nuestro lenguaje.” Habla con la pasión de quien se resiste a aceptar que la capacidad de soñar ha sido desterrada. Afirma que nadie enseña a soñar, y por eso parece que ha desaparecido. Pero él se empeña en recuperarlo, en demostrar que todavía queda espacio para soñar: “Soñando cada día. Soñando con nuestras manos y soñando con nuestras mentes.” Porque —dice— el planeta enfrenta los mayores desafíos de su historia y lo último que deberíamos hacer es aburrirnos. “Éste es el momento más emocionante para estar vivos”, proclama, con la certeza de que las cosas apenas comienzan.
La escena cambia y el protagonista se encuentra con un muchacho delgado que camina a su lado. Sus palabras tienen la cadencia de un recuerdo eterno: “Mil años no son más que un instante. No hay nada nuevo, nada diferente. El mismo patrón una y otra vez.” Habla como alguien que ha visto más allá del tiempo y la repetición, como un ser atrapado en un ciclo interminable de nubes, música e intuiciones que se repiten.
El chico confiesa que ya no hay nada para él en este mundo, que ha vivido esto antes. “Por eso me fui”, dice, como si hablara de un viaje que no se mide en distancias sino en estados del alma. Sin embargo, reconoce en el protagonista la chispa de quien ha comenzado a encontrar sus propias respuestas, y lo alienta a seguir explorando: “Ejercita tu mente humana todo lo que puedas, sabiendo que es solo un ejercicio. Construye artefactos bellos, resuelve problemas, explora los secretos del universo físico, saborea todo lo que perciben tus sentidos, siente la alegría y el dolor, la empatía, la compasión…”
Cada palabra suya es una invitación a vivir intensamente, a llevar en el corazón la memoria emocional de todo lo que somos capaces de sentir. Finalmente, el muchacho se despide con la serenidad de quien sabe que está listo para partir. “Recuerdo de dónde vengo y cómo llegué a ser humano. Por qué me quedé aquí… y ahora mi partida final está programada. Esta es la salida. La velocidad de escape. No solo hacia la eternidad, sino hacia el infinito.”
Así, este capítulo se convierte en un canto a la imaginación y al coraje de soñar, incluso cuando el mundo parece haberse olvidado de cómo hacerlo. Una invitación a no dejarnos arrastrar por la rutina ni por la desesperanza, sino a cultivar la capacidad de crear nuevos mundos, aunque sea dentro de nosotros mismos.
Hormigas
En el capítulo titulado “Hormigas”, la película nos transporta a un instante cotidiano que, de pronto, se convierte en una epifanía. El protagonista sale de un metro y tropieza con una mujer. Se disculpan mutuamente con gestos mecánicos, pero él se detiene, como si sintiera que algo más importante está ocurriendo: “¿Podemos repetir eso?”, le pregunta, casi con urgencia. “Sé que no nos conocemos, pero no quiero ser una hormiga, ¿sabes? Pasamos la vida en piloto automático, con nuestras antenas chocando con las de otros, repitiendo rutinas sin nada verdaderamente humano.”
Habla con una sinceridad que desarma: “No quiero ser una hormiga. Quiero momentos reales, mirarte, que me mires, que algo se detenga y sea verdadero.” Ella lo escucha y sonríe con complicidad: “Sí, yo tampoco quiero ser una hormiga. Gracias por sacudirme un poco. Últimamente he estado como un zombi…” Hablan entonces de D.H. Lawrence y de su idea de que, cuando dos personas se cruzan, pueden elegir mirar de verdad al otro, no solo pasar de largo. Pueden aceptar “la confrontación entre sus almas”. Se dan la mano, y en ese gesto sencillo nace una conexión inesperada, un instante de comunión en medio de la ciudad indiferente.
Después, vemos a estos dos personajes hablando en una habitación, donde ella le propone participar en un proyecto artístico: una telenovela en la que cada actor encarnará las fantasías o los alter egos que siempre quiso explorar. El público, además, podrá interactuar, proponer cambios, rehacer el relato como si fuera un espejo de la sociedad de consumo. Él la escucha, fascinado, pero de pronto confiesa su perplejidad: “Quería preguntarte… ¿cómo es ser un personaje en un sueño? Porque no estoy despierto ahora. No llevo un reloj desde la infancia y creo que este reloj ni siquiera funciona… No sé cómo explicarlo, pero siento que todo esto no es real. Estoy soñando.”
Ella lo escucha con paciencia y se ríe suavemente cuando él pregunta por su nombre y su dirección. “No puedo recordar eso ahora mismo”, dice ella. Pero lo que importa no son los datos, sino la sensación: “Tengo la ventaja de una perspectiva consistente… una conciencia que, aunque incierta, sigue siendo mía.”
Él describe lo que siente: como si todo lo que la gente le dice fuera a la vez familiar y extraño, como si estuviera en un estado de lucidez vacilante. Reconoce que ahora, en ese momento de conversación, siente que está más despierto que nunca. Y ella lo alienta: “Parece que sabes que estás soñando… ¡y puedes hacer cualquier cosa! ¡Tienes tantas opciones! Eso es lo que significa estar vivo.”
Él asiente, impresionado: “Es raro. Toda la información que he recibido parece tener un peso muy grande, como si fuera significativa, como si me estuviera preparando para algo.” Ella lo mira con una ternura casi maternal: “La mayoría de las personas se siente limitada por el mundo, pero en realidad, somos nosotros quienes lo creamos.”
El protagonista admite que a veces se siente aislado, pero también intensamente conectado con todo lo que lo rodea, como si por fin hubiera dejado de ser un espectador pasivo. Aunque no siempre responda con palabras, siente que está recibiendo el mensaje a un nivel más profundo, más puro. “Es como si cada encuentro, cada frase, surgiera justo a tiempo, como un eco de lo que yo mismo necesito escuchar.” Y, finalmente, reconoce: “No es un mal sueño. Es un gran sueño. Pero… es tan distinto a cualquier otro sueño que haya tenido. Es como… el sueño. Como si estuviera siendo preparado para algo más grande.”
Así, este capítulo se convierte en un canto a la lucidez, a la conciencia de que —despiertos o dormidos— la vida se revela en cada encuentro, en cada momento de sinceridad y en cada decisión de no vivir como una hormiga. Porque soñar no es huir, sino una forma de despertar.
Somos los autores
En el capítulo titulado “Somos los autores”, la película nos lleva a un puente iluminado por una luz resplandeciente. Allí aparece un hombre excéntrico, con un gran afro y una voz que brota como un torrente de revelaciones: es Timothy “Speed” Levitch, poeta y guía delirante de este momento.
Con la voz cargada de misticismo, Levitch comienza citando a Lorca: “En este puente, la vida no es un sueño. Cuidado. Y cuidado. Y cuidado.” Sus palabras resuenan como un eco que nos sacude y despierta, recordándonos que la vida está aquí y ahora, en este instante fugaz que no podemos dejar escapar.
Habla de cómo muchos viven como si lo que ocurrió en el pasado anulara el presente, como si “entonces” y “ahora” fueran enemigos. Pero él insiste: el “¡guau!” de la vida sucede en este mismo instante. Somos coautores de esta danza de exuberancia, incluso cuando nuestras limitaciones se burlan de nosotros mismos. Somos los escritores de nuestra propia historia, una novela monumental y absurda, tan llena de payasos como de héroes.
La vida, para él, no es un hecho dado, sino una oportunidad: un escenario para descubrir lo emocionante que puede ser la alienación cuando nos atrevemos a vivirla. Cada instante es un milagro que acumulamos como tesoros, y cada encuentro es un asombro que nos deja sin aliento. “El mundo es un examen —dice— para ver si podemos elevarnos a la experiencia directa. La vista es una prueba para ver si podemos ver más allá. La materia es una prueba para nuestra curiosidad. La duda es una prueba para nuestra vitalidad.”
Cita a Thomas Mann, quien prefería participar en la vida antes que escribir cien historias. Y a Giacometti, que tras ser atropellado por un coche, sintió un éxtasis repentino, una súbita alegría: “¡Por fin algo me estaba ocurriendo!”, dijo. Con estas anécdotas, Levitch rompe la idea de que entender la vida y vivirla son cosas opuestas. Para él, la comprensión y la experiencia no son enemigas: “La vida entendida es vida vivida.”
Pero reconoce que las paradojas lo persiguen, y en lugar de huir de ellas, aprende a amarlas. En sus palabras, el mundo se convierte en un carnaval de contradicciones, donde en las noches más románticas baila salsa con su confusión. Nos advierte: “Antes de que te pierdas en la deriva, no olvides. Es decir, recuerda. Porque recordar es una actividad mucho más psicótica que olvidar.”
Recuerda nuevamente a Lorca, quien dijo que la iguana morderá a quienes no sueñan. Y concluye con una revelación que atraviesa toda la película: “Al darte cuenta de que eres un personaje en el sueño de otro, eso es la autoconciencia.”
Mientras habla, luces como estrellas de los años 60 centellean a su alrededor, y él se aleja danzando en un trance extático. Sus palabras nos dejan con la certeza de que, aunque la vida sea un sueño compartido, somos nosotros quienes escribimos el guion. Y que, en la fragilidad de cada instante, podemos ser coautores de algo tan absurdo como sublime.
Conócete a ti mismo
En “Conócete a ti mismo”, la película comienza con el protagonista caminando por una calle cubierta por una neblina roja, como si la atmósfera misma fuera un velo entre el sueño y la vigilia. A su lado, un hombre le dice con voz suave: “Aún no te has conocido a ti mismo. Pero el encuentro con otros es el puente que puede llevarte allí.” Habla de cómo el mundo que vemos es solo un reflejo mental, un modelo que construimos en la mente: los pies en los zapatos, el asfalto del aparcamiento… todo parte de nuestro yo de ensueño. Pero detrás de esas imágenes está lo que realmente somos.
El protagonista se encuentra después con una mujer que le resulta vagamente familiar: “¿Te acuerdas de mí?”, le pregunta ella. Él duda, recordando una escena parecida —un teléfono público, una mirada—, pero sin poder afirmarlo. Ella se le acerca y la intensidad del momento lo desborda: se despierta… o cree despertarse. Mira su reloj, pero los números se disuelven: aún está soñando.
En un instante, la película lo lleva a un televisor encendido, haciendo zapping entre anuncios y escenas absurdas: un producto milagroso para limpiar dentaduras, un vendedor enloquecido, una anécdota de Billy Wilder y Louis Malle hablando de “un sueño dentro de un sueño”. Es como si la vida misma estuviera envuelta en una capa de imágenes y sonidos que flotan en el aire.
Reflexiona una voz: “A lo largo de los siglos, la idea de que la vida es un sueño ha obsesionado a filósofos y poetas. ¿No tendría sentido que la muerte también estuviera envuelta en un sueño? Que tras la muerte, sigamos en un cuerpo de ensueño, pero sin despertar jamás…”
El protagonista entra en una tienda. Un hombre sale a su paso y murmura: “Cuando el patrón se hace más sutil y complejo, dejarse arrastrar ya no basta.” Dentro de la tienda, el dependiente —un personaje que parece salido de otro sueño— lo saluda con un “¿Qué pasa, cagón?” como si nada hubiera cambiado. El protagonista recuerda que lo vio antes conduciendo un coche-barco, pero el dependiente lo niega, y cuenta un relato extravagante sobre otro cliente que acaba de estar allí, un hombre que dijo haber regresado “del valle de la sombra de la muerte”. El dependiente, imperturbable, solo respondió que debía pinchar la envoltura del burrito antes de meterlo al microondas, porque de lo contrario explotaría y dejaría un desastre.
La escena salta a un restaurante, donde el protagonista conversa con una mujer mayor. Ella reflexiona sobre cómo el “yo” no es más que una estructura lógica, un lugar donde por un momento se dan forma a todas las abstracciones. Recuerda que, a pesar de la confusión y las contradicciones, lo que más amaba era conectar con las personas. “Mirando atrás —dice—, eso es lo único que realmente importaba.”
Finalmente, vemos al protagonista en un parque, donde una mujer se le acerca y le muestra un dibujo de él mismo. Es como si, a través de los rostros y las voces de los demás, estuviera encontrándose —por fin— a sí mismo.
Este capítulo es un viaje íntimo y lleno de preguntas: sobre la identidad, la conexión con los otros y la certeza de que, aun en el sueño más confuso, podemos descubrir la verdad de lo que somos. Porque conocerse a uno mismo no es un destino fijo, sino un proceso constante: un ir y venir entre el recuerdo y el olvido, entre la vigilia y el sueño.
Representación
En “Representación”, la película nos conduce a un breve pero poderoso momento de tránsito. Vemos al protagonista caminando junto a un muro rocoso, cuando se cruza con un hombre que pasa en dirección contraria. La voz en off resuena con una cita inquietante: “Las últimas palabras de Kierkegaard fueron: ‘Llévame’”. Estas palabras, cargadas de misterio, evocan el deseo de ser liberado, de entregarse al flujo de la existencia sin reservas.
El protagonista sigue adelante y entra en un club, donde la música llena el aire. La banda que vimos al inicio está tocando de nuevo, y parejas de todas las edades se balancean y giran en la pista de baile. Él se sienta, como un espectador que contempla la danza de la vida —o del sueño— con la mirada atenta, absorbiendo cada detalle. La música late como un pulso secreto que conecta a todos los presentes: la energía colectiva del ritmo y la cadencia, el lenguaje del cuerpo que se expresa sin palabras.
Finalmente, el protagonista se levanta y abandona la escena, dejando atrás el murmullo de la música y el vaivén de los cuerpos. La representación continúa sin él, pero su paso por ese espacio parece recordarnos que la vida, como el arte, siempre está ocurriendo en el momento presente. Una coreografía de instantes que, aunque parezcan fugaces, son el latido de algo más profundo.
Atrapado en un sueño
En “Atrapado en un sueño”, el protagonista encuentra a un hombre jugando a una máquina de pinball: es el mismo hombre que viajaba con él en el coche-barco, pero ahora parece no recordarlo. El protagonista, desconcertado, le dice: “Ustedes me dejaron en un lugar específico, me bajé y me atropelló un coche. Pero luego desperté… aunque todavía estaba soñando. Sigo despertando y sigo soñando. Estoy atrapado.” El hombre, con la calma de quien sabe de lo que habla, asiente: “Eso se llama ‘falso despertar’. A mí me pasaba mucho.”
El protagonista confiesa que ya no sabe si está vivo o muerto. “Estoy empezando a pensar que estoy muerto”, dice, como si sus palabras fueran un susurro en medio de la niebla. Su interlocutor decide contarle un sueño que tuvo —una historia que comienza como un desvío, pero que pronto se convierte en una revelación inquietante.
Le habla de un ensayo de Philip K. Dick, de cómo escribió Fluyen mis lágrimas, dijo el policía, y luego conoció a personas que vivían la misma historia que él había escrito, como si la realidad se plegara al relato de su libro. Le cuenta cómo Dick llegó a pensar que el tiempo era una ilusión, y que todos estábamos viviendo en el año 50 d.C., en un mundo detenido en un instante eterno donde Dios está a punto de regresar, y todo lo demás es un velo de distracción tejido por un demiurgo.
El hombre sigue hablando: recuerda un sueño en el que se encontraba con Lady Gregory, la mecenas de Yeats, quien le decía que la verdadera naturaleza del universo es que existe un solo instante: ahora, y que ese instante es la eternidad. “Cada uno de nosotros —dice ella— pasa su vida diciendo: ‘No, gracias. No, gracias’, hasta que finalmente dice ‘Sí. Sí, acepto’. Y ese es el viaje.”
El protagonista lo escucha con una mezcla de asombro y desesperación. Él no está contando un simple sueño: está contando la esencia misma de la existencia, la danza entre el rechazo y la rendición, entre el miedo y la aceptación.
La historia culmina en una escena casi grotesca: mientras acaricia a su perro muerto hace años, el hombre se da cuenta de que está rodeado de muerte. Lady Gregory tose, vomita un líquido fétido, y todo huele como el vómito de un cadáver. En ese momento, comprende que no está soñando, sino visitando el reino de los muertos.
El protagonista, cada vez más ansioso, pregunta cómo logró salir de ese sueño tan perturbador. Su interlocutor suspira: “No lo sé. Fue como una experiencia que cambió mi vida. Ya nunca pude mirar el mundo igual.” El protagonista insiste: “¿Pero cómo saliste? Yo sigo atrapado. No puedo despertar. Quiero salir de esto de verdad.”
El hombre lo mira con una mezcla de compasión y resignación: “No lo sé. Ya no soy bueno en eso… Pero si puedes despertar, deberías hacerlo. Porque un día, quizás, ya no podrás. Solo… despierta.”
Así termina este capítulo, dejándonos con una sensación de inquietud y belleza: como si la película nos dijera que, incluso cuando parecemos atrapados en un sueño infinito, siempre hay una puerta de salida. Solo tenemos que atrevernos a despertar.
Despierta
En “Despierta”, el último capítulo de Waking Life, el protagonista parece, por fin, despertar. Lo vemos caminando por las calles tranquilas de un barrio, mientras suena una música de piano que acaricia el aire con delicadeza. Sus pasos son serenos, casi rituales, como si cada paso lo acercara a un momento crucial.
Llega a una casa. Se detiene ante la puerta, como si buscara algo familiar y, al mismo tiempo, desconocido. Revisa el pomo, pero no entra. Se aleja hacia la entrada del garaje, donde un coche está aparcado. Se detiene un instante, mira hacia arriba y, sin previo aviso, comienza a flotar.
Intenta sujetarse al manillar de la puerta del coche, pero sus dedos no logran asirse. Dos veces falla en su intento. Finalmente, sus brazos se rinden y su cuerpo se eleva, cada vez más, perdiéndose en el azul del cielo. Flota suavemente, como si lo arrastrara una corriente invisible, y desaparece en la nada.
La película termina en este instante etéreo: el protagonista se disuelve en el aire, y la línea entre sueño y vigilia se desvanece para siempre. Es como si todo el viaje —todas las conversaciones, los encuentros y las revelaciones— condujera a este momento final de rendición y liberación. El mundo se convierte en un suspiro, y la conciencia se disuelve como una nube que desaparece en el horizonte.
“Despierta”, susurra el título. Pero tal vez el verdadero despertar no es abrir los ojos en la cama, sino rendirse a la corriente del ahora, dejar de resistirse y flotar hacia lo desconocido. Como el propio protagonista, la película se despide sin certezas: solo la invitación de ese instante, y la certeza de que, en algún lugar más allá del cielo, todavía seguimos soñando.
Créditos finales
En “Créditos finales”, la película nos invita a quedarnos un poco más. La música sigue sonando, un hilo melódico que parece envolverlo todo, como un susurro que no queremos dejar atrás. La pantalla se llena de nombres: los que hablaron, los que imaginaron, los que soñaron y dibujaron cada uno de estos momentos. Pero mientras los créditos se deslizan, la animación se convierte en un último regalo.
Volvemos a ver los estilos de animación que nos acompañaron: las líneas vibrantes, los contornos que se disuelven y reconstruyen, los colores que laten como un pulso. Cada imagen nos recuerda que lo que vimos no era solo una historia, sino un caleidoscopio de visiones, una sinfonía de estilos y pensamientos.
Es un momento de gratitud y asombro: una despedida que nos deja con la certeza de que la película nunca termina del todo. Porque Waking Life no es solo un relato que se proyecta en una pantalla, sino una invitación a seguir explorando el sueño de la vida. Y mientras los nombres se suceden, sentimos que la música nos susurra al oído: la danza de lo real y lo onírico continúa en cada uno de nosotros.
Continuamos nuestro viaje cinematográfico en Un Conejo con Ojo con la última obra maestra de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut (1999), estrenada poco después de su fallecimiento. Protagonizada por Nicole Kidman y Tom Cruise en el cénit de su carrera y su matrimonio. Una exploración hipnótica sobre el deseo, los límites del conocimiento, el poder oculto y la volatilidad de las relaciones humanas.
Eyes Wide Shut es una de esas películas que crecen cada vez que se vuelven a ver. A lo largo de los años, la he visto muchas veces, y siempre consigo descubrir algo que antes había pasado por alto. Aunque sus giros narrativos ya dejen de ser una sorpresa, su riqueza simbólica y estética nunca se agota. Cada regreso a ella es como una primera vez.
Es un filme profundamente literario y onírico, que se mueve entre lo tangible y lo irreal. Eyes Wide Shut no se deja encasillar fácilmente. Si bien los celos podrían considerarse su hilo conductor, también trata sobre el deseo, el poder, la identidad, la represión, la culpa y lo oculto. Su atmósfera hipnótica nos sumerge en un mundo cargado de erotismo, misterio y simbolismo.
Te esperamos el próximo martes a las 19:30h en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) para vivir juntos el mejor humor británico con la historia alternativa del grupo musical más famoso de todos los tiempos. Cine + coloquio + buena compañía. Hazte fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
Es la última película de Stanley Kubrick (1928-1999). Se estrenó el 16 de julio de 1999 después de su muerte de Kubrick el 7 de marzo. La película dura 159 minutos. Eyes wide shut es el decimotercer largometraje dirigido por Stanley Kubrick y está protagonizado por Tom Cruise (Bill) y Nicole Kidman (Alice).
Dirección: la mirada clínica de Kubrick
Kubrick trabajó en Eyes Wide Shut durante mucho tiempo. Su dirección es, como en todas sus obras, meticulosa, obsesiva y controlada hasta el último detalle. Repetía tomas una y otra vez, buscando la precisión emocional y estética exacta que quería transmitir. Esta forma de trabajar, casi quirúrgica, se refleja en el ritmo hipnótico del filme, su tono enrarecido y su atmósfera ambigua. Kubrick dirige aquí como quien disecciona un sueño: cada gesto y cada silencio tiene peso.
La ambigüedad, la repetición, el uso del espacio y la cámara como herramienta psicológica son fundamentales. Kubrick no impone una lectura, sino que crea un laberinto de posibilidades.
El origen literario: Relato soñado de Arthur Schnitzler
La película está basada libremente en la novela corta Traumnovelle (Relato soñado), escrita en 1926 por el autor vienés Arthur Schnitzler. Ambientada en la Viena de principios del siglo XX, la historia original también trata sobre una pareja burguesa y la fragilidad del deseo conyugal.
Kubrick traslada la acción a la Nueva York contemporánea (aunque filmada en Londres), pero conserva la estructura de «viaje nocturno» del protagonista y el carácter profundamente onírico del texto. Como en la novela, el mundo real y el mundo de los sueños se entrelazan sin un límite claro.
Actores: Nicole Kidman y Tom Cruise
El matrimonio protagonista fue interpretado por Tom Cruise y Nicole Kidman, quienes en ese momento también eran pareja en la vida real. Kubrick se interesó precisamente en trabajar con una pareja real para potenciar la tensión emocional y sexual.
Kidman ofrece una interpretación contenida pero poderosa, especialmente en la famosa escena de la confesión. Cruise, por su parte, encarna a un hombre que cree tener el control pero que descubre que apenas se conoce a sí mismo. Su frialdad, su desconcierto progresivo, y su permanente desplazamiento en la historia están cuidadosamente moldeados por la dirección de Kubrick.
Fotografía en Eyes Wide Shut: Colores, luces y reflejos
La fotografía de Eyes Wide Shut fue obra del director de fotografía Larry Smith, colaborador habitual de Kubrick. Uno de los aspectos más destacados es el uso de la luz natural o de fuentes puntuales, como luces navideñas o lámparas de interior, que generan una atmósfera íntima, misteriosa y casi sobrenatural.
Los colores juegan un papel simbólico esencial: el rojo como tono del deseo y el peligro, el azul como frío emocional, los dorados como representación del lujo y el poder. Los espejos, los reflejos y las composiciones simétricas refuerzan la idea de duplicidad, de máscaras, de lo que se oculta tras la apariencia.
La banda sonora de Eyes Wide Shut
La banda sonora es una mezcla exquisita entre piezas clásicas, composiciones contemporáneas y una inquietante partitura original compuesta por Jocelyn Pook. Uno de los momentos más icónicos es el uso del tema “Masked Ball”, una pieza coral en rumano reproducida al revés, que suena durante la escena de la logia. Esa música crea una atmósfera profundamente inquietante y ceremonial.
Kubrick también recurre a Shostakovich, Ligeti y otros compositores para intensificar la tensión emocional y la sensación de extrañamiento. La música no solo acompaña: muchas veces es la que guía o perturba.
Lugar de filmación: Londres disfrazada de Nueva York
Aunque la historia transcurre en Nueva York, Eyes Wide Shut fue rodada casi íntegramente en estudios y localizaciones de Londres. Kubrick, que no volaba en avión, mandó construir réplicas de calles neoyorquinas en los Pinewood Studios. La recreación es tan artificial como deliberada, y contribuye a la sensación de irrealidad, como si todo ocurriera dentro de un sueño.
Tiempo de rodaje: récord y perfeccionismo
El rodaje de Eyes Wide Shut duró más de 400 días, lo que lo convierte en uno de los más largos de la historia del cine moderno. Kubrick exigía múltiples repeticiones de las escenas, y muchas de ellas fueron grabadas con cambios mínimos entre toma y toma.
La producción fue tan exigente que llegó a alterar la vida personal de los actores, especialmente de Tom Cruise, y se convirtió en parte del mito de la película. Kubrick entregó su primer montaje final a Warner Bros. apenas unos días antes de fallecer en marzo de 1999.
La enigmática despedida de Kubrich
Eyes Wide Shut no es solo la última película de Kubrick. Es, en muchos sentidos, su testamento artístico. Una reflexión profunda sobre el deseo, la identidad, el control, y la imposibilidad de conocer por completo a los otros… o a uno mismo. Es cine como ritual, como espejo y como sueño. Y como todo gran sueño, aún seguimos intentando descifrarlo.
Sinopsis
William Harford es un respetable médico neoyorquino cuya vida parece ir muy bien. Bill está casado con su preciosa mujer Alice, tiene una hija y tiene un trabajo que le gusta.
Al día siguiente de asistir a la fiesta de navidad del plutócrata y paciente suyo Victor Ziegler, su esposa Alice, mientras hablan de la fiesta y fuman marihuana, le habla de unas fantasías eróticas y de cómo estuvo a punto de romper su matrimonio por un desconocido. Bill queda abrumado por esta confesión y en ese momento, interrumpido por una llamada de un paciente, comienza una noche que le llevará por derroteros y tentaciones muy diversas. Al entrar en un local donde un antiguo compañero tocaba el piano este le habla de una secta secreta dedicada al hedonismo y al placer sin límites. A partir de entonces su objetivo es ir hasta allí. Acaba yendo con las consecuencias que de ello se derivan en un recorrido por el deseo, el amor, el poder y el dinero.
Si queremos descubrir el sueño de Eyes Wide Shut tendremos que ver la película como si se tratase de un laberinto de espejos. Muchas películas se pueden contar. Eyes Wide Shut se vive. Es una experiencia que no termina cuando aparecen los créditos, sino que permanece, se queda flotando como una pregunta sin responder. Su atmósfera onírica, su estética hipnótica y su narrativa ambigua convierten cada visionado en una nueva travesía por los rincones ocultos del deseo, del poder y de la psique humana.
Kubrick construye aquí no solo una historia, sino un espejo oscuro donde proyectamos nuestras dudas, miedos, pulsiones y fantasías. Por eso no hay una sola lectura de Eyes Wide Shut, sino muchas. Y por eso, en este cine debate, proponemos un viaje temático para explorar sus múltiples capas.
Muchas son las preguntas y cuestiones que nos podemos formular cuando vemos esta película. Por eso las hemos dividido por temas.
Sobre el amor y el deseo
Uno de los ejes centrales de la película gira en torno a la pareja, al amor , el deseo y los celos. ¿Hay amor en el matrimonio de Bill y Alice, o solo rutina, conveniencia, y apariencias? Alice lanza una bomba emocional cuando revela un deseo secreto que desestabiliza por completo la imagen que Bill tenía de ella… y de sí mismo.
¿Es el matrimonio una forma socialmente aceptada de prostitución? ¿Qué pasa con el deseo una vez que se firma un contrato? ¿Se puede ser fiel en actos y sin embargo infiel en pensamientos? La película plantea, sin decirlo abiertamente, que nuestras pasiones más profundas suelen estar en contradicción con nuestra vida cotidiana. Que el deseo, una vez despertado, ya no puede reprimirse sin consecuencias.
Y sobre todo: ¿es el viaje nocturno de Bill una búsqueda de venganza, de redención, o simplemente una excusa para reencontrarse con su identidad perdida?
¿Hay amor en el matrimonio de Bill y Alice? ¿Es, al fin y al cabo, Alice una prostituta de lujo? ¿Es el matrimonio por conveniencia una forma socialmente admitida de prostitución? ¿No es, al fin y al cabo, todo contrato matrimonial una forma enmascarada de prostitución? ¿Es el matrimonio la tumba del deseo? ¿Busca Bill la venganza en su noche? ¿El viaje de Bill es solo una forma para volver a reconducir su matrimonio? ¿Por qué es cruel Alice con Bill? ¿Tus deseos más profundos se contradicen con tus actos? ¿Dejarías todo tu entorno establecido por un impulso con alguien desconocid@? ¿Hay amor en el deseo? ¿Te dejas seducir fácilmente por las tentaciones? ¿Existen logias que dirigen el mundo? ¿Es la infidelidad una manera de superar los celos?
Del poder y el dinero
El mundo al que accede Bill esa noche —a través de una contraseña, un disfraz y una mentira— parece responder a un orden paralelo. Un mundo de élites, rituales secretos, máscaras venecianas y un poder que no necesita mostrarse para imponerse. ¿Qué representa esa logia? ¿Es una alegoría de las estructuras que controlan el mundo en la sombra?
Aquí, el dinero lo compra todo, incluso el silencio. Pero también se insinúa que hay algo más allá: una red de control simbólico y psicológico que mantiene el orden mediante el miedo. ¿Es este poder el auténtico enemigo de la libertad personal?
¿Se puede conseguir todo por dinero? ¿El poder y el dinero siempre corrompen? ¿Hay algo más que dinero en el camino hacia el poder? ¿Crees que existen logias que dirigen el mundo? ¿Crees que existen orgías como las que ves en la película?
De los símbolos
La película está cargada de símbolos. Nada es casual: los colores rojo y azul, los espejos, los árboles de Navidad, el arco iris, las máscaras, las columnas, las águilas bicéfalas. ¿Qué papel juega esta iconografía en la construcción del relato? ¿Qué se nos está queriendo decir desde el plano visual?
Cada objeto, cada detalle, es una pista para quien quiera mirar más allá de la superficie. Kubrick, como en otras de sus obras, trabaja aquí con un lenguaje visual críptico y cargado de dobles significados.
Espejos, colores rojos y azules, máscaras venecianas, capas, árboles de navidad, el arco iris, las columnas, las águilas bicéfalas. Es una película llena de simbolismos. ¿Cuál es el significado? ¿Qué se nos quiere transmitir?
Sobre la visión del sexo en Eyes Wide Shut
Pese a estar considerada por algunos como una película erótica, Eyes Wide Shut es en realidad una historia de frustración sexual. Tras la escena inicial en la cama de la pareja, todas las situaciones que podrían culminar en un encuentro sexual se ven interrumpidas o se frustran. ¿Por qué? ¿Qué nos quiere decir Kubrick con esta constante castración narrativa del deseo?
¿Es la sexualidad un territorio de liberación o una nueva forma de control? ¿Qué papel juega el misterio frente a la exposición? ¿Qué significa, realmente, mantener los ojos bien cerrados?
Punto de encuentro y planning de la velada
El punto de encuentro será en Big Tree Books (C/ Dos Hermanas, 17) el próximo martes a las 19:30h.
Las veladas se dividirán en tres partes. La primera media hora la dedicaremos a tomar algo, a presentar la película y a conocernos. Después a las 20:00h tendremos la proyección. Todas las proyecciones se realizan en VOSE. Para finalizar tendremos un coloquio que durará hasta las 23:00h.
¿Cómo será el coloquio?
Los encuentros son participativos y queremos conocer vuestra opinión para que se pueda generar un debate abierto y constructivo. No es necesario conocimiento de cine para participar y es más, huimos del conversador pedante ya que para ellos tenemos a la wikipedia. ¡Queremos que cada martes seamos capaces de generar algo fantástico y diferente!. ¡Queremos saber lo que sientes y que seas capaz de contarlo!
A partir del tema de discusión y de lo visto en la película, las historias personales son bienvenidas y además, son una buena forma de dar a conocer lo que pensamos y lo que sentimos. ¡Nuestro deseo es que participes y seas activo!
Cine y el debate siempre van de la mano, y por eso queremos que te hagas fan de nuestro conejo blanco con un solo ojo.
¿Cuánto cuesta la sesión? Reservas
El coste de inscripción a la sesión de debate y coloquio es gratuita para los socios de Happening Madrid y para el resto aquello con lo que deseéis y podáis participar. Se puede reservar en entradium en este enlace:
Las invitaciones gratuitas para los socios La reserva gratuita para hacer luego la aportación que se desee a la finalización del coloquio Los que deseen hacer una aportación de 3€ Los que deseen hacer una aportación de 5€
y además debes de reservar por whatsapp en cualquiera de estos números